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Actualizado: 27 de julio de 2025
Ties la cara de Dios, gitana; tus labios son casquites de limón, y cuando me miras, creo que me mira el buen Jesú de los milagritos con sus ojos dulces... Quisiera ser don Pablo Dupont con toas sus bodegas, para soltar el vino de las botas viejas que tiene er tío, y que vale miles de pesos: y tú meterías en el charco tus pies bonitos y yo le diría a too Jerez: «Beban ustés, cabayeros, que esto es la gloria». Y toos dirían: «Tiene razón Rafaé: ni que juesen los pinreles de la mismísima mare de Dios»... ¡Ay, niña! ¡si no me quisieras, güena suerte te esperaba!
Estas se renuevan, y las formas de ayer vuelven a llevarse mañana. Así será en la ropa; pero en las personas, el que pasó, pasado se queda. No le quedan a usted más que los pinreles. Los juanetes que debía tener en ellos, se le han subido a la cabeza... Sí, sí... yo digo que usted piensa con los callos».
Deteníase a los pocos pasos; se dejaba caer, jadeando, en todos los bancos y poyos del paseo. La Teodora quiso acompañarla hasta la Fuentecilla, animándola con sus palabras y gesticulaciones gitanescas. Arriba, mi niña... A ver cómo echamos unos pasitos más; a ver cómo se mueven esos pinreles bonitos.
Palabra del Dia
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