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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Dile a la señora que te un par de pesetas pa ca uno. Y salía a la calle silbando, satisfecho de su generosidad y de la hermosura de la vida. En la taberna próxima asomábanse a las puertas los chicos del Montañés y los parroquianos, como si no lo hubiesen visto nunca, con boca sonriente y ojos devoradores de curiosidad. ¡Salú, cabayeros!... Se agradese el orsequio, pero no bebo.

Ámonos decía la vieja con gran exaltación en la voz y los ademanes. Ámonos a Jerez en seguía. Quiero que antes de que amenesca la vean todos los nuestros, tan bonita y tan arreglá como la misma Mare de Dios. Quiero que la vea el abuelo, mi padre, cabayeros; el gitano más viejo de toa Andalusía, y que la bendiga el pobresito con sus manos de Pae Santo, que tiemblan y paese que tienen lus.

¿Es eso justo, don Fermín? Porque no hago comedias, como toos esos... soplones y lamecosas que van a la misa de don Pablo, con toa su familia y toman la comunión después de pasar la noche de juerga, me echan a la caye. Sea usté franco; diga la verdad; y aunque usté trabaje como un perro, es usté un pillo: ¿No es eso, cabayeros?...

Contoneábase con arrogancia, chupando el puro que llevaba en la mano izquierda; movía las caderas al andar bajo su hermosa capa, pisando fuerte, con una petulancia de buen mozo. ¡Vaya, cabayeros... dejen ustés paso! Muchas grasias, muchas grasias.

Por fin, en una de sus regüertas, consiguió echarse por delante al león, enganchándole, y ¡cabayeros!... ¡lo mismo que una pelota!

Mónica seguía: Yo tengo la tema de que los señores se gastan ustés el dinero con las que valen menos: toos los cabayeros de Madrid se están ustés arruinando por docenas de mujeres perdías y las mejores se las dejan pa los estudiantillos y los horteras. ¡Hay por ahí ca menestral, y ca señorita cursi..., y ustés gastándose el dinero con unos plumeros!

Después, con caras de malhumor, fueron saliendo a la explanada los viñadores, obligados a permanecer en Marchamalo para asistir a la fiesta. El cielo se azuleaba sin la más leve mancha de nubes. En el límite del horizonte una faja de escarlata anunciaba la salida del sol. ¡Buen día nos Dios, cabayeros! dijo el capataz a los jornaleros.

¡Esto que es güeno! exclamaba, ensanchando con una sonrisa su faz carillena . En la vía me ha pasao na igual. El rudo jinete parecía conmovido y turbado al mismo tiempo por el carácter femenil del presente. ¡Rositas a él!... Tiró de las riendas de la jaca. Salú a toos, cabayeros. Hasta que nos gorvamos a ve... Salú, güen mozo. Arguna vez te echaré un cigarro si pones una güena vara.

¡A almorzar, cabayeros! gritó el Nacional, que se atribuía funciones de mayordomo en el cortijo de su matador. En el centro de la cocina había una gran mesa cubierta de manteles, con redondos panes y numerosas botellas de vino. Acudieron al llamamiento el Plumitas y Potaje y varios de los empleados del cortijo: el mayoral, el aperador, todos los que desempeñaban las funciones de mayor confianza.

Y ha de saber usted que no me lo esperaba yo; creí que la señorita sería más dura de pelar; pero desengáñese usted..., pa ver picardías no hay más que servir a las amas. Crea usted que nosotras nos vamos con un hortera o un soldao; pero lo que es las señoras, en viendo cabayeros... como si no fueran tales señoras. Tienes razón.

Palabra del Dia

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