United States or Vanuatu ? Vote for the TOP Country of the Week !


Los tenderos, los pocos transeuntes que cruzaban por la calle y alguna señora que se asomaba al balcón con el ruido, soltaban a reir alegremente. El barrendero mismo, a pesar de su crítica situación, no podía reprimir una sonrisa viendo a aquel energúmeno con la levita remangada dando furiosos y desconcertados limpiones al suelo. ¡Así se barre!... ¡...ajo!

Aún no se había perdido el ruido de las carcajadas de los libertinos, cuando ya germinaba en la mente del muchacho la idea del robo. A los dos meses el barrendero estaba en presidio.... Sirva el saludable consejo que envuelve el anterior recuerdo, y volvamos á nuestro teatro de Legaspi.

El paso grave, lento, vacilante, acusaba de igual modo una armonía perfecta entre sus facultades psíquicas y corporales. No le faltaba a don Roque para alcanzar la bienaventuranza más que tropezar con un alguacil, o barrendero, o sereno, o picapedrero, con cualquier empleado, en fin, del municipio.

Cuando nada restaba por gozar, volvió el pobre barrendero á ser conducido á la calle. La nieve caía en anchos copos, y el frío era intensísimo.

Es la conocida influencia del ambiente, particularmente notoria en el individuo de la ciudad que se hace campechano residiendo en el campo, y la del campesino que se urbaniza residiendo en la ciudad, la del maestro de escuela que, dando y no recibiendo instrucción, se embrutece en la noble y fecunda tarea de "desasnar a las gentes", pues, como el domador de bestias a quien algo se le pega siempre de las bestias, como el barrendero que se ensucia limpiando las calles, a fuerza de transmitir saber a los que no lo tienen, suele agotarse hasta quedar "ignorant comme un maître d'école", a menos de reponerse constantemente por el libro, las revistas y los periódicos, que desempeñan en nuestros días el oficio de las vestales antiguas, manteniendo inextinguible la actividad mental, que es el fuego sagrado de la civilización liberal.

Mira qué caso le hace Juan. En efecto, el alguacil a cada vuelta en redondo que daba el alcalde, se llevaba el dedo pulgar a la boca y hacía la seña de empinar. Don Roque prefería encontrar a un barrendero o picapedrero en el ejercicio de sus funciones. Se acercaba a él cautelosamente por detrás, y le hincaba sus dedazos en el cuello.

No sirves ni para barrendero de las calles, ni siquiera para llevar un cartel con anuncios... Y sin embargo, desventurado, no hay hechura de Dios que no tenga su para qué en este taller admirable del trabajo universal; has nacido para un gran oficio, en el cual puedes alcanzar mucha gloria y el pan de cada día.

Yo soy de la opinión del raquero: su destino, como escobón de barrendero, es apropiarse cuanto no tenga dueño conocido: si alguna vez se extralimita hasta lo dudoso, ó se apropia lo del vecino, razones habrá que le disculpen; y sobre todo, una golondrina no hace verano. El raquero de pura raza nace, precisamente, en la calle Alta ó en la de la Mar.

Puestos de buñoleras, burras de leche, traperos, cocineras, albañiles con blusa y tartera, el carro de la basura con un barrendero encima que parece un cónsul romano preparándose para entrar en triunfo, alguna pareja de estudiante y modista... ¡quién fuera él!... y yo aquí hecho un imbécil esperando a una niñera..., ni más ni menos que un soldado... Esa es la estatua de Felipe III o Felipe IV, no estoy seguro... igual da. ¡Aquella que era buena época!

Su extracto es muy corto: Una fría madrugada de invierno salían varios jóvenes calaveras de una casa en que imperaba la crápula y el desenfreno: al abrir la puerta, cayó al suelo un pobre barrendero que, hambriento y aterido, se había refugiado al hueco de su quicio para librarse de la nieve que caía con gran abundancia.