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Habiendo llegado á él, probé el agua salada, y por ser ya de noche me volvi á bordo: en este intermedio hice tender la red á los marineros, y se pescaron algunos pejereyes y bacalaos. Amaneció con el viento ONO: duró sin que permitiese hacer diligencia alguna, ni salir de á bordo.

Y habiéndolo así egecutado, nos pusimos en marcha, y á las cinco de la tarde llegamos á un arrojo bien grande y barrancoso, pero el agua es salobre. Aquí paramos; nos pusimos á pescar con unos anzuelos que se hicieron de unas agujas, con los que se pescaron muchas truchas.

Debajo de los manzanos frondosos de la pomarada se colocaron varias mesas. El número de convidados, entre indígenas y forasteros, pasaba de ciento. Para proveer al banquete se mataron algunos corderos y muchos pollos y gallinas, se cazaron algunas docenas de perdices y se pescaron salmones y truchas en abundancia. D. César de las Matas de Arbín encontraba poco todo aquello.

La reparaba año tras año, no quedando en ella ni una astilla de su primitiva construcción. Pescaron al abrigo de las rocas hasta media tarde. Al volver a la torre, Febrer vio al Capellanet que corría por la playa agitando en lo alto una cosa blanca.

Nada pescaron tampoco aquellos linces de pluma, del ingenioso y breve diálogo sostenido entre Pepe Guzmán y su predilecta amiga, formando la más gallarda y distinguida pareja que podía imaginarse; en el cual diálogo se parafraseó, con toda la discreción y gracia posibles, y no sacado a plaza por la interlocutora, sino por el sagaz interlocutor, el tema aquel que Sagrario confió al oído de su amiga; y se insinuaron, quizá en virtud del calor y motivo de la fiesta, las primeras estocadas del consabido duelo pendiente entre estos dos expertos espadachines de la intriga galante.

Ana, después de leer estas y otras páginas, escribió sus impresiones de aquellos días. Don Víctor vino a interrumpirla para anunciarle que ya había instalado su tienda de campaña a la orilla del río, en el paraje más ameno y fresco, junto a una mancha de sombra en el agua, donde infaliblemente habría truchas. Desde aquella tarde pescaron. Pescaron poco, pero muy alabado.

Tal suerte cupo á un barco de gran porte; dividido por el medio, los dos pedazos fueron destrozados, aplanados. Afirman los esquimales contemporáneos nuestros, que sus padres pescaron la ballena. Menos míseros en aquel tiempo, no era tan frío su país: ingeniábanse mejor, y probablemente conocían el hierro. Tal vez lo recibirían de Noruega ó de Islandia.

A la multitud de estos leones ó lobos marinos atribuyeron la escasez de pesca en este puerto: pues aunque tendieron varias veces la red los marineros, solamente pescaron un pes gallo, y algunas anchovas y calamares.

La tierra es arenisca y sin leña, pero no falta pasto: su calidad es mejor que la del Rio Negro, exceptuando la llanura de este á donde lo bañan las corrientes; hallé rastro fresco de caballos silvestres, como de 70 animales, y abunda de perdices, leones, jabalies y liebres. Se tendió la red y se pescaron pejereyes, sollas y bacalao, pero poco. Al anochecer volví á bordo.

Los marineros tendieron la red, y pescaron buen número de peces grandes, de buen gusto, semejantes al bacallao, aunque algunos dijeron era pejepalo. Sábado 12, quedándose indispuesto el Padre Quiroga en el navio, salieron los dos pilotos á marcar el sitio de las salinas, y se recogieron á bordo al anochecer, quedando en tierra dos soldados, que se apartaron demasiado.