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Es abundante el país de frutas silvestres y de fieras, una de las cuales es el famacosio; tiene éste la cabeza de tigre, en el cuerpo se parece al mastín, bien que no tiene cola; es más feroz y ligero que ninguno de los otros animales, de suerte que ninguno se puede escapar de sus garras, y si alguno para defenderse de él se sube á algún árbol, se juntan muchos en un momento, caban la tierra y arrancan las raíces hasta que caiga el tronco.

Ella lo conocía menos porque nunca se fijaba en el terreno que pisaba, entretenida en la caza de mariposas, pájaros y flores silvestres. A pesar de todo nos internamos en el bosque resueltos a atravesarlo, y yo, orgulloso de la responsabilidad que aquel acto implicaba para , ofrecí el brazo a Magdalena, que se apoyó en él temblorosa y quizá algo arrepentida de su propia osadía.

Espera algún tiempo, no mucho, y no necesitarás asustarte ante la idea de que se vea de quién es hija. ¡Pero qué singularmente bella parece con esas flores silvestres con que se ha adornado el cabello! Se diría que una de las hadas que hemos dejado en nuestra querida Inglaterra la ha ataviado para que nos salga al encuentro.

Los caballos se muriéron de cansancio; se les acabáron las provisiones; y se mantuviéron por espacio de un mes con frutas silvestres. Al cabo se halláron á orillas de un riachuelo poblado de cocos, que les conserváron la vida y la esperanza.

En este pais no hay caballos silvestres, y los domésticos son muy superiores de hermosura y fuerza á los de la América meridional: aguantan largas jornadas, sin mas provision que lo que pacen en el camino, y exceden á todos en corage y ligereza. Hay tambien mucha caza menor, de que viven principalmente los indios.

Todos los domingos por las tardes, al entrar el maestro por el camposanto, se sorprendía de encontrar arrojadas allí algunas flores silvestres, tomadas en el húmedo pinar, como también toscas guirnaldas prendidas de la pequeña cruz de madera.

Clara se prendió su larga falda de amazona y se internó con Tristán por los bosquetes recogiendo florecitas silvestres y charlando de su casa y de sus proyectos. No tardó en seguirles y unirse a ellos el marquesito del Lago. Este pobre chico parecía estar dotado del don de la importunidad, al menos en lo tocante a sus relaciones con los novios.

Recibiéronle y tratáronle con tierno afecto, dándole de buena gana parte de su pobreza y regalándole con algunas frutas silvestres, que eran las delicias de más precio que tenían en aquellas miserias. Suplicáronle se quedase con ellos y no los abandonase en medio de tanta aflicción, prometiendo levantarle iglesia y casa y proveerle de lo necesario para su sustento.

Porque nos hallábamos en los confines de la China. Más allá está la Mongolia, la «Tierra de las hierbas», inmenso prado verde obscuro, bordado de flores silvestres. Allí se extendía la inmensa planicie de los nómadas.

Y así sucedió al cabo, para que se cumplieran las profecías de Nieves, y una más, hecha la víspera por don Claudio Fuertes a propósito de las comidas en el campo, a usanza pastoril. Estas comidas en el santo suelo, con música de pajarillos y aromas silvestres, eran, en opinión del comandante, de lo más hermoso... pintadas en un papel; pero gozadas al natural, resultaban un suplicio.