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Unos envistieron á la ciudad para entrarla, otros arrojaban flechas de cañas encendidas sobre las casas, que cuyos techos estaban cubiertas de paja, excepto la del General que era de piedra, y lograron quemar enteramente toda la ciudad. Disparadas las flechas, empiecen á encenderse por la punta, y encendidas y arrojadas, no se apagan, antes queman las casas en que pegan, y abrasan lo que tocan.

Pasó el sobresalto, volvieron los espíritus de los retraídos a su lugar, y el jadraque, cobrando aliento nuevo, volviendo a pensar en la profecía de su abuelo, casi como lleno de celestial espíritu, dijo: ¡Ea, mancebo generoso; ea, rey invencible; atropella, rompe, desbarata todo género de inconvenientes, y déjanos a España tersa, limpia y desembarazada desta mi malla casta, que tanto la asombra y menoscaba! ¡Ea, consejero tan prudente como ilustre, nuevo Atlante del peso de esta monarquía, ayuda y facilita con tus consejos a esta necesaria transmigración; llénense estos mares de tus galeras, cargadas del inútil peso de la generación agarena; vayan arrojadas a las contrarias riberas las zarzas, las malezas y las otras yerbas que estorban el crecimiento de la fertilidad y abundancia cristiana!

Los confesores le encargaban que rogase a Dios en sus oraciones por el triunfo de la Iglesia y la confusión y arrepentimiento de sus enemigos; las amigas y compañeras de cofradía la solicitaban para que hiciese con ellas novenas de desagravio a la Virgen; en no pocas ocasiones le pidieron limosna para algún sacerdote que yacía en la miseria, y otras veces para las infelices monjas de algún convento arrojadas de él cruelmente para transformarlo en cuartel.

Las casas medio sepultadas echaban a duras penas por su chimenea, cubierta de finas cremas y cristalinos picachos, un chorro de humo que subía lentamente a manchar el cielo y se resolvía en el pesado gris de la atmósfera como masas de tinta arrojadas en un inmenso mar de almidón.

Hubo que obedecer. Se miró, hizo un esfuerzo violentísimo por sobreponerse a la impresión que debió de sufrir, y luego inclinó la cabeza sobre el pecho, mientras por las mejillas le caían dos lagrimones que no podían resbalar como antes sobre la tersura de la piel, sino que fueron cayendo de hueco en hueco y de hoyo en hoyo como gotas de agua arrojadas contra arena dura. ¡Qué escena tan triste!

Los romeros se agrupaban ante la iglesia, y la masa popular aglomerábase en las aceras, dejando la plaza limpia de gente. De vez en cuando la atravesaban algunos hombres, llevando en sus brazos un herido. Las piedras arrojadas por los grupos chocaban en la fachada de San Nicolás. Desde las dos torrecillas de la iglesia les contestaban á tiros.

Las Salesas Reales, arrojadas del convento que les hizo doña Bárbara, tienen también domicilio nuevo, y otras monjas históricas, las que recogieron y guardaron los huesos de D. Pedro el Cruel, acampan allá sobre las alturas del barrio de Salamanca. La planicie de Chamberí, desde los Pozos y Santa Bárbara hasta más allá de Cuatro Caminos, es el sitio preferido de las órdenes nuevas.

Cuando enero se aproxima, sobre todo, los millares de naranjas esparcidas por las calles, todas esas cáscaras arrojadas en el barro del arroyo, hacen pensar en algún gigantesco árbol de Navidad que sacudiese sobre París sus ramas cuajadas de frutas artificiales. No hay rincón alguno donde no se vean.

Pero , Ramiro, me pagaste en buena moneda cristiana, faltando a tu juramento y entregando a la Inquisición a la infelice Gulinar y a Aixa, a Aixa la jarifa, a Aixa la santa, para que fuesen arrojadas a la hoguera, después de haberte curado y regalado con tanto amor como ellas te tenían! Las lágrimas brotaron de sus ojos, y con voz temblorosa, exclamó por fin: ¡Ah!

La cabecita de bebé parecía abrumada por una alta corona, inflada como un globo; hasta sus pies descendía, como un miriñaque, el manto cubierto de toda clase de piedras preciosas. Los diamantes, perlas y esmeraldas arrojadas á manos llenas por la devoción, como si el brillo pudiese aumentar la hermosura de la imagen, esparcíanse también sobre el pequeñuelo que la Virgen mostraba entre sus manos.