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El día siguiente fué todo sobresalto y amargura. Quevedo opinó que la enfermedad era inflamación de las meninges, y que el chico estaba en peligro de muerte. Esto no se lo dijo al padre, sino á Bailón para que le fuese preparando. Torquemada y él se encerraron, y de la conferencia resultó que por poco se pegan, pues D. Francisco, trastornado por el dolor, llamó á su amigo embustero y farsante. El desasosiego, la inquietud nerviosa, el desvario del tacaño sin ventura, no se pueden describir. Tuvo que salir á varias diligencias de su penoso oficio, y á cada instante tornaba á casa, jadeante, con medio palmo de lengua fuera, el hongo echado hacia atrás. Entraba, daba un vistazo, vuelta á salir.

Ojeda, sintiendo un interés repentino por este relato, miraba a Nélida. Los dos hermanos continuó Maltrana se odian con un odio de raza, y por la noche disputan y se pegan.

, afirmó Pecado, despidiendo de sus ojos brillo de animación y alegría . Para ir mandando la tropa y arreando palos..., así..., ¡toma! No, no, no se pega. No creas que los generales pegan... Hay carreras preciosas, como Estado Mayor, Ingenieros, Artillería. ¡Artillero, artillero! gritó Pecado, dando golpes en la mesa . Ya me verás, cañonazo va, cañonazo viene... ¡Bum, bum!

"De eso pierda, señor, cuidado, le dije yo, que maldito aquel que ninguno tiene de pedirme esa cuenta ni yo de dalla." "Agora, pues, come, pecador; que, si a Dios place, presto nos veremos sin necesidad. Aunque te digo que, después que en esta casa entré, nunca bien me ha ido. Debe ser de mal suelo; que hay casas desdichadas y de mal pie, que a los que viven en ellas pegan la desdicha.

De repente oigo ruido, miro hacia arriba, y veo a Inesilla, asomada por el montante de la puerta, mirándome burlonamente, riéndose y restregándose los puños en ademán de hacerme rabiar. ¿Por qué has hecho eso? le pregunté. Y con la cara muy alegre repuso: Porque me da mucho gusto cuando te pegan. Desde aquel instante no pensé más que en marcharme de la casa.

De punta y de filo se hieren á izquierda, á derecha, la cabeza, el pecho: retiranse, acométense; se apartan, se agarran de nuevo; dóblanse como serpientes, embísterise como leones: á cada instante salfan chispas de los golpes que se pegan.

A la vara se le llamaba el gobierno de una casa; pero a la mujer briosa, como lo es la cordobesa, más le duele cuando la desdeñan que cuando le pegan: más la quebranta un desaire que una paliza. De todos modos, la mujer cordobesa, como las demás españolas, conserva siempre un manantial purísimo de consuelo para sus sinsabores y disgustos: este manantial es la religión cristiana.

Porque, cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí, las fiestas, muchos segadores, y siempre hay algunos que saben leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto que nos quita mil canas; a lo menos, de decir que cuando oyo decir aquellos furibundos y terribles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y días.

¡Vamos, Enrique! exclamó doña Martina, procurando reprimirse. ¿Y por qué no le pegan a Miguel que hizo más que yo, recontra? gritó con furor. ¡Vamos, Enrique! volvió a exclamar doña Martina. ¡Tengamos la fiesta en paz!

Con que así, crean ustedes, si les da la gana que fue una muchacha la que capitaneó los feroces ejércitos de los bárbaros. En cuanto a canciones profanas y malsonantes, sepa usted que no le pegan ni a mi edad ni a mi modo de pensar. Pero los hombres tienen siempre los oídos abiertos a las cosas amorosas. ¡Yo!, Rosita, ¡Jesús! Mire usted que se ha equivocado de medio a medio.