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Y en alta voz: «Ángel, ; pero es preciso, hija mía, confesar la fe de Cristo, consagrar a ella nuestros últimos pensamientos y pedirle con el corazón que nos perdone. Es tan bueno, tan bueno, que no niega su amparo a ningún pecador que se llegue a

5 Y como vino a aquel lugar Jesús, mirando, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose en tu casa. 6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. 7 Y viendo esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.

-Déjenme besar -respondió Sancho-, porque me parece vuesa merced el primer santo a la jineta que he visto en todos los días de mi vida. -No soy santo -respondió el hidalgo-, sino gran pecador; vos , hermano, que debéis de ser bueno, como vuestra simplicidad lo muestra.

"Agora pues, come, pecador. Que, si a Dios place, presto nos veremos sin necesidad; aunque te digo que después que en esta casa entré, nunca bien me ha ido. Debe ser de mal suelo, que hay casas desdichadas y de mal pie, que a los que viven en ellas pegan la desdicha.

Y ansí, aquel de mi tierra, que me atestaba de mantenimiento, nunca más le quise sufrir, ni sufriría, ni sufriré a hombre del mundo de el rey abajo, que: "Manténgaos Dios", me diga." "¡Pecador de !, dije yo, por eso tiene tan poco cuidado de mantenerte, pues no sufres que nadie se lo ruegue."

Paula arrancó de una vez al pobre párroco de Matalerejo, el más casto del Arciprestazgo, el resto del precio que ella había puesto al silencio. ¡Con qué fervor predicaba el buen hombre después la castidad firme! «¡Un momento de debilidad te pierde, pecador; basta un momento!

»Perdóname, Señor. Mil blasfemias brotan de mi pluma. El pecador indigno, que debe dar estrecha cuenta de sus acciones, quiere mover pleito a tu bondad y apelar de tu justicia. Pero sabes cuánto padezco, y me compadeces y tal vez me perdonas. llenabas antes mi alma. La vi, me aluciné, y ella llenó mi alma en el lugar tuyo.

Cuanto deba Huir de la ocasión quien ha pecado, A todos la experiencia ya ha mostrado. Para huir la pena del delito Que Dios al que peca en la otra vida, Conviene al pecador esté contrito, Se culpa en confesion sacra plañida. Mas suele otro castigo: ser inflíto Por temporal justicia la huida, Y salto de la mata es el remedio Mejor, que no meter buenos en medio.

Tirando... tirando por este cuerpo pecador... ¡Válate Dios por el señorito Octavio!... ¡Válate Dios!... La risa persistente y las miradas del clérigo no despertaban en el joven una alegría muy íntima, aunque otra cosa quisiera aparentar. Vaya, vaya, vaya... lo que es ahora, señor conde, no se nos escapa usted tan pronto.

Ahora hay una mendicidad prohibida, una mendicidad afrentada; pero los pueblos, como los individuos, no pueden vivir sin su genio particular, y aquella ley, de puro ornato, de adobo y no otra cosa, era necesaria para dar á ese pueblo el relumbron que imperiosamente necesita el genio francés. ¡Pecador de ! Ahora me explico yo por qué los franceses son tan aficionados á la luz eléctrica.