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Actualizado: 17 de junio de 2025


No se ha de extrañar, por consiguiente, que los asistentes en la tertulia tuviesen voraz apetito a eso de las once de la noche en que se sirvió la cena. En ella hubo lomo de cerdo en adobo, conservado en manteca, semejante a líquidos rubíes por el color rojo que le prestaba el aliño. Hubo también pavo asado y boquerones; exquisito vino de los Moriles; y, para postres, frutas y piñonate.

Salaba los jamones con singular habilidad. El adobo con que preparaba los lomos antes de freírlos en manteca era sabroso y delicadísimo, y teñía la manteca de un rojo dorado que hechizaba la vista, daba delicado perfume y despertaba el apetito de la persona más desganada cuando entraba por sus narices y por sus ojos.

Con el resto de la carne del pavo, lomo y jamón, se hace un picadillo y se pone en una vasija con la sal necesaria, pimienta molida, nuez moscada, dos cucharadas de jerez o vino blanco, se remueve todo, dejándolo reposar un par de horas, para que tome bien el adobo; después se agregan trufas cortadas, que se introducen bien mientras se va colocando en la piel del pavo, primero la mitad del picadillo, luego las tiras de pechuga y jamón y lomo, y encima la otra mitad del picadillo.

Ahora hay una mendicidad prohibida, una mendicidad afrentada; pero los pueblos, como los individuos, no pueden vivir sin su genio particular, y aquella ley, de puro ornato, de adobo y no otra cosa, era necesaria para dar á ese pueblo el relumbron que imperiosamente necesita el genio francés. ¡Pecador de ! Ahora me explico yo por qué los franceses son tan aficionados á la luz eléctrica.

En otra carta habla de los ensayos que hizo primeramente para el adobo en ámbar de las pieles de perro, cuyas primicias dedicó al Condestable. Introdujo, pues, en Francia una nueva industria que era especial de nuestra Península. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 99. Colección Morel Fatio, núm. A tanta merced, a tantas muestras de la gracia en q. biuo de V. Ex.^a, que quiere que diga?

Ya sazona el adobo; ya hecha con su blanca diestra el aliño a las longanizas; ya rellena tal cual chorizo con un embudito de lata; ya pincha las morcillas para que se les salga el aire, valiéndose de una aguja de hacer calceta o de una horquilla que desprende de sus hermosos cabellos.

¿Voulez-vous?... ¡Merci! Mucha pulcritud, mucho hacer que hacemos, platos muy bonitos, mucha salsa, mucho adobo, muchos requilorios; pero ... hemos almorzado muy medianamente. Á todo este almuerzo, hubiéramos preferido á no dudar un plato de callos de los ventorrillos de Madrid. ¡Lógica portentosa del temperamento y del carácter!

-Vuestra merced tiene razón, señor gobernador -respondió el médico-; y así, es mi parecer que vuestra merced no coma de aquellos conejos guisados que allí están, porque es manjar peliagudo. De aquella ternera, si no fuera asada y en adobo, aún se pudiera probar, pero no hay para qué.

SOLOMILLOS DE CARNERO. Se preparan dos solomillos, poniéndolos en adobo con sal, pimienta, aceite, medio vaso de vino tinto; se ponen en una cazuela juntamente con su adobo y desperdicios, humedeciéndolos con un poco de agua se dejan cocer lentamente unas dos horas; entonces se sacan y ponen en la fuente; se desengrasa la salsa y espesa con un poco de harina o fécula, en la que se disuelve un terrón de azúcar y se bañan los solomillos con ella antes de servirlos.

Se pone el trozo de carne en una fuente y se guarnece ésta con las zanahorias, aceitunas y patatas fritas. La salsa se pasa por el colador. TERNERA TRUFADA. Se pone en adobo de sal y ajo por espacio de más de dos horas con picadillo de ternera. Se corta jamón a tiras largas.

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