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Los dueños de hoteles y restoranes, por agradecimiento, colgaban mi retrato un el lugar más visible de sus comedores, siempre repletos. Los diarios publicaban mi biografía, y al hablar de mis riquezas se veían obligados á romper sus columnas, colocando una línea de ceros á todo lo ancho de la página, y aun así, les faltaba espacio.

Después buscó un sobre parecido al que había roto, y colocando el viejo sobre el vidrio de un balcón y poniendo el nuevo encima, calcó el primero al trasluz, haciéndolo con tanta habilidad, que su misma sobrina hubiera quedado engañada.

¿Qué es lo que hay? inquirí ansiosamente. ¿Puedo saberlo? Y me acerqué adonde ella estaba. No respondió con firmeza, colocando el documento detrás. ¡No! ¡Ni usted debe conocer esto! Y con una rapidez pasmosa lo hizo pedazos, arrojando los fragmentos al fuego antes que yo pudiera salvarlos.

En seguida contaban en sus tradiciones que las había guiado una estrella ó una columna de fuego, ó que habían seguido el vuelo de un águila ó que habían ido colocando sus pies en las huellas del casco de un bisonte.

Era el mismo aucamiento de la otra noche, pero sordo, quedo, ronco, como si el que lo lanzaba tuviese miedo de que el grito se esparciese demasiado, colocando sus manos en torno a la boca para enviarlo con esta bocina natural únicamente hacia la torre. Pasada la primera sorpresa, rio silenciosamente, encogiendo los hombros.

¡Si supierais qué sueño tengo! dijo avanzando más y colocando una mano sobre la cabeza de su hermana. ¿Sabéis con qué se quita esto? añadió sonriendo. Gonzalo la examinaba con atención. Era realmente una criatura perfecta. Cuanto más de cerca se la observase, más se admiraban las singulares partes de que estaba, dotada.

Se divide la masa en porciones, se espolvorea una lata con azúcar, se hacen las ensaimadas y se van colocando en la lata sobre una vasija de agua hirviendo, y cuando se vea que han aumentado mucho, se meten al horno.

Colocando su mentalidad al nivel de la de este hombre sencillo, se gozó en trazarle un plan de vida. Podía emplear su capital en cualquiera empresa modesta del puerto de Valencia: podía establecer un restorán, que pronto se haría célebre por sus olímpicos arroces. Sus sobrinos, que eran pescadores, lo recibirían como á un dios.

Los moradores de San-Ramon atan un perro á la orilla del rio, colocando por delante de él una lazada abierta, de manera que el caiman no pueda acercársele sin entrar en ella; dispuesto de tal manera el armadijo, se ocultan á poco pasos, teniendo en la mano la otra punta del lazo.

Cuando los amantes, dando por terminado el arreglo del dormitorio, volvieron a lo que había de ser despacho, Maltrana buscó el martillo y los clavos. Quería adornar su habitación de trabajo colocando unas láminas regaladas por un amigo.