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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Esta dificultad le abatió por unos instantes. Ambos se ocuparon en arbitrar algún medio para eludirla. El conde quería dejarlos en fideicomiso a alguna persona de confianza. Pero esto ofrecía también sus inconvenientes. Mejor sería ir colocando dinero a su nombre en algún banco, y al llegar a la mayor edad, fingir una herencia, inventar algún padre llovido del cielo...

Pero el molimiento del cuerpo le hacía apetecer las gruesas y frescas sábanas, y omitió la letanía, los actos de fe y algún padrenuestro. Desnudóse honestamente, colocando la ropa en una silla a medida que se la quitaba, y apagó el velón antes de echarse.

Indudablemente, su relato va adquiriendo aspecto trágico; don Víctor continúa: Llego a la estación y tomo el billete... luego entro en el andén y cojo el coche, ¿eh?... cojo el coche y voy colocando la sombrera... Después la maleta... después el portamantas... el portamantas, ¿eh?... el portamantas que no tenía el bastón... ¡qué no tenía el bastón!... Entonces yo cojo mi equipaje, salgo de la estación y me voy a casa, ¿eh?... me voy a casa, porque yo no podía acostumbrarme a la idea de estar sin mi bastón, ¿eh?... de estar sin mi bastón y de no oír el ruido de la chapa de plata...

Este asiático fué colocando sobre el suelo enormes bandejas que contenían los manjares: unas de plata antigua repujada á martillo, otras de laca multicolor ó de materias semitransparentes que imitaban la esmeralda, el topacio y el lacre rojo. Miguel se imaginó la locura de un gran maestro de cocina que en pleno delirio dispusiera el orden de un banquete.

Tomó, por último, D. Fadrique verdadera posesión de su vivienda, arrellanándose en ella, por decirlo así, poniendo en orden los muebles que había traído, colocando los libros y colgando los cuadros.

Y soltaba redonda la mayor de las injurias femeniles. Presintiendo lo que iba á ocurrir, torció Robledo su marcha, avanzando hacia la casa y colocando su caballo ante los últimos peldados de la escalinata de madera. Pero no consiguió verse obedecido ni aún por los hombres más adictos á él, que le habían acompañado en la expedición.

De repente presentóse taita Otárola, seguido de dos negros, cada uno de los cuales traía a cuestas un talego de a mil duros, y sacando del bolsillo medio real de plata lo echó en la bandeja, diciendo: Esta es la limosna. Luego mandó avanzar a los negros, y colocando sobre la mesa los dos talegos añadió: Esta es la fantasía.

MERENGUES. Para cada docena de claras batidas a punto de nieve, se hace almíbar con una libra de azúcar; se mezcla poco a poco, y se trabaja mucho hasta que espese. Después, sobre un papel blanco se van colocando cucharadas de esta pasta; se cuece a horno flojo y se separan del papel después que se enfrían.

En una cacerola se rehoga este picadillo con un poco de manteca; se divide en tantas partes como bocadillos se quieran hacer; se va colocando cada ración entre dos planchas de pasta hojaldrada; se sueldan apretando los bordes, se doran y ponen al horno. Cuando hayan terminado de cocer se levantan un poco las tapas, se echa dentro un poco de jugo, y se sirven los bocadillos antes que se enfríen.

Luego se sienta en el banco del emparrado; y, apoyando los codos sobre las rodillas, se pone a contemplar el suelo. ¿Qué piensas Martín? pregunta Juan con voz cariñosa colocando una mano en el hombro de su hermano.

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