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No fue aquella sola; muchas veces, en cuanto veía un rayo de sol, a don Víctor se le antojaba aprovechar el buen tiempo y echar una cana al aire en los ventorrillos de la carretera de Castilla o en los de Vistalegre, en compañía de las personas que más quería en Vetusta, a saber: su cara esposa, Frígilis... y don Álvaro.

En los ventorrillos de las afueras temblaban los parroquianos pacíficos, como si se aproximara una tempestad, cuando le veían llegar de merienda al frente de una cuadrilla de gente del oficio, que reía todas sus gracias. Era todo un hombre.

Y paseaba su belleza de rubia fina con carnes de porcelana por los colmados y ventorrillos, tratando con una fraternidad exagerada a los cantaoras y rameras que intervenían en las juergas, exigiendo que la tuteasen, y riendo con nerviosa alegría de borracha cuando los hombres, embrutecidos por el vino, sacaban las navajas y las hembras se apelotonaban asustadas en un rincón.

Yo oigo atentamente todo lo que hablan me dijo para aprendérmelo de memoria y soltarlo después en los cafés y en los ventorrillos. De este modo voy adquiriendo fama de gran político, y cuando me acerco a la mesa del café, todos me dicen: «a ver, D. Diego, qué piensa usted de la sesión de hoy».

Eran dos jóvenes estudiantes de los muchos que por aquella época se veían no sólo en las grandes ciudades sino en los caminos y ventorrillos de casi toda Inglaterra. Disputaban más que comían y saludaron alegremente al recienllegado. ¡Venid aquí, camarada! dijo uno de ellos, bajo y rechoncho. Vultus ingenui puer.

En los ventorrillos de la campiña, en las chozas de carboneros de la sierra, en todas partes donde se juntaban hombres para beber, él lo pagaba todo con largueza. En las tabernas de Jerez organizaba juergas de estruendo, abrumando con su generosidad a los señoritos.

Gallardo marchaba avergonzado a la cola, sin salir de su estupefacción, adivinando confusamente que había dicho una tontería. Galoparon por las afueras de Sevilla, a lo largo del río; dejaron atrás la Torre del Oro; siguieron avenidas de umbrosos jardines con amarilla arena, y luego una carretera a cuyos lados alzábanse ventorrillos y merenderos.

¡Jesús!, siempre me llevas por lo más feo, por donde no se encuentran más que tíos. ¿Hay también aquí ventorrillos? ¿Quieres que comamos juntos? Iremos a una fonda. No, no, no. Basta de paseos. Esto no está bien... ¡Qué se dirá de ! Para calaverada, basta. ¡Maldita sea la hora en que nací! gruñó el estudiante . ¿Dejarte ahora, separarnos?... ¿Vas a tu casa? , hombre. ¡Qué dirán!

El gentío se fue desparramando como nube que el viento fracciona y desvanece: pasó primero en turbas, luego en grupos y después en parejas que calladamente solían dividirse sin despedida ni saludo, tomando unos el camino de su casa, entrando otros en ventorrillos y tabernas, diseminándose y perdiéndose, confundidos todos y sorbidos por la agitada circulación del arrabal.

Los innumerables ventorrillos ó casas aisladas que avecinan á San Fernando del lado de Cádiz tienen un aspecto original y pintoresco; es allí donde se aglomeran los millares de obreros que trabajan en el astillero de la Carraca y en muchas fábricas de las cercanías, formando en algunas horas del dia multitud de grupos tan animados como curiosos.