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Actualizado: 27 de junio de 2025


¿Qué se habla de D. Santos? preguntó un caballero muy corto y muy ancho, de faz mofletuda y violácea, acercándose al grupo. El conde y Amalia no supieron qué responder. Se decía que D. Santos tenía pensado llevarnos un día a su posesión de la Castañeda y darnos un banquete manifestó Manuel Antonio con desparpajo. No; no era eso repuso el hombre rechoncho con forzada sonrisa. tal.

Por una rareza singular, no he conservado de esa época más que un recuerdo vago de las personas cuya vida ha estado más estrechamente asociada a la mía; sin duda porque las impresiones siguientes han borrado las primeras. Mi padre era un hombre pequeño, robusto y rechoncho, de barba y cabellos negros y cortos, calzado con altas botas lucientes y vestido de una hopalanda de basto paño verdoso.

25 Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho. 26 Y apenas la madrugada empezaba coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar.

El doctor Cornelius era un hombre rechoncho, algo jorobado, triste y desagradable. Tenía barbuchas amarillas y deshilachadas, la expresión suspicaz y un color de manteca de Flandes. Decían que era judío. Llevaba una bata vieja y una gorra de pelo. El maestro Ewaldus tenía en su cuarto libros en todos los idiomas y hablaba muchas veces solo consigo mismo en latín.

Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto.

Menos deseo la gracia de vuestras casquivanas medusas, ni el ondulante encanto de sus cabellos inflamados que atraen, las crean enemigos y las ayudan á naufragar. ¡Oh madre! sólo deseo una cosa, ser... ser uno, y sin apéndices externos y comprometedores ser rechoncho, fuerte en mismo, redondo, pues es la forma más á propósito para podernos librar de las garras de los demás, el ser, en fin, centralizado.

Anda, desaborido, rechoncho, que pareces una col sin troncho repuso la Gaviota a media voz. , respondió Stein a la tía María ; es bella, sus ojos son el tipo de los tan nombrados de los árabes. Parecen dos erizos y cada mirada una púa gruñó Momo. ¿Y esta boca tan hermosa que canta como un serafín? prosiguió la tía María, tomando la cara a su protegida.

Un guarda de Camargue, hombrecillo rechoncho y velludo, que trascendía a montaraz, con ojos saltones inyectados de sangre y con aretes de plata en las orejas; después dos boquereuses, un tahonero y su yerno, los dos muy rojos, con mucho jadeo, pero de magníficos perfiles, dos medallas romanas con la efigie de Vitelio.

Era bajo de cuerpo y rechoncho, alto de hombros, y además tenía la mala maña de subirlos más, con un gesto de desprecio y de qué se me da a , hasta tocar con ellos sus enormes orejas, anchas como abanicos. Tenía la cabeza abultada, el cabello corto, los labios gruesos. Era además chato y horriblemente bizco.

El que mostraba más alegría y satisfacción entre todos era un natural de Bonifacio, tostado, pequeño y rechoncho, a quien llamaban Palombo. Este pasábase el tiempo cantando aun en medio de los mayores temporales.

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