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El doctor Cornelius era un hombre rechoncho, algo jorobado, triste y desagradable. Tenía barbuchas amarillas y deshilachadas, la expresión suspicaz y un color de manteca de Flandes. Decían que era judío. Llevaba una bata vieja y una gorra de pelo. El maestro Ewaldus tenía en su cuarto libros en todos los idiomas y hablaba muchas veces solo consigo mismo en latín.

La ropa que se ocultaba debajo del mantón estaba tan usada, que no se hubiese podido decir de qué clase era a la simple vista. Unicamente examinándola de cerca y con una lupa se hubiera podido reconocer un moaré desteñido, raído, con los pliegues cortados y las franjas deshilachadas, devoradas por el lodo corrosivo de las calles de París.

Se cubrían con mantas deshilachadas, llenas de remiendos, que esparcían un olor de miseria, o tiritaban, sin más abrigo que un chaquetón haraposo. Los que habían salido de Jerez para unirse a ellos, se distinguían por sus capas, por su aspecto de obreros de ciudad, más próximos en sus costumbres a los señores que a la gente del campo.

Descendían los murciélagos, y con sus alas hacían caer tierra de los agujeros del embovedado. Chillaban entre las columnas, como si revoloteasen en un bosque de piedra. En su ciego impulso, chocaban con las cuerdas de las lámparas o hacían bambolearse los capelos rojos con borlas polvorientas y deshilachadas que pendían a gran altura sobre las tumbas de los cardenales.

Calzaban alpargatas deshilachadas, o iban con los pies desnudos sobre los fríos baldosines. Vestían ropas remendadas y mugrientas. Algunos no tenían otro traje que la camisa y un pantalón de hombre sostenido por un tirante que les cruzaba el pecho. Llevaban rapadas las cabezas, mostrando muchos de ellos la extraña configuración de sus huesos craneanos.

Avanzaron seis jóvenes, con la cabeza descubierta, las ropas haraposas y los pies metidos en zapatos rotos o alpargatas deshilachadas. ¿De moo que no tenéis pasaje y os habéis metió aquí de polisones sin ni , como si esto juese la casa e toos? ¿Y creéis que esto va a quear ansí?... , ¿de ónde eres? Y los seis polisones fueron contestando al interrogatorio de don Carmelo.