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Actualizado: 29 de julio de 2025
Anda, desaborido, rechoncho, que pareces una col sin troncho repuso la Gaviota a media voz. Sí, sí respondió Stein a la tía María ; es bella, sus ojos son el tipo de los tan nombrados de los árabes. Parecen dos erizos y cada mirada una púa gruñó Momo. ¿Y esta boca tan hermosa que canta como un serafín? prosiguió la tía María, tomando la cara a su protegida.
Entonces se precipitó y penetró en el zaguán. El farol, que lo alumbraba de diario, daba poquísima luz aquella noche. No bien entró D. Luis en el zaguán, una mano, mejor diremos una garra, le asió por el brazo derecho. Era Antoñona, que dijo en voz baja: ¡Diantre de colegial, ingrato, desaborido, mostrenco!
Ramón Pérez, después de la muerte de su padre, que acaeció algunos meses después de la partida de María, no había podido resistir al deseo de ir también a la capital, siguiendo los pasos de la ingrata, que le había sacrificado a un desaborido extranjero. Emprendió, pues, su marcha, y volvió al cabo de quince días, trayendo consigo: Primero: un caudal inagotable de mentiras y fanfarronadas.
Pero sin dejarla hablar, Pepe Vera continuó: ¿Me crees tan ciego que no vea lo que pasa? ¿No sé yo que le estás haciendo buena cara, porque se te ha puesto en el testuz que ese desaborido de tu marido tenga los honores de cirujano de la reina, como acabo de saberlo de buena tinta? ¡Mentira! gritó María con toda su ronquera. ¡María! ¡María! No es Pepe Vera hombre a quien se da gato por liebre.
Palabra del Dia
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