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De repente oigo ruido, miro hacia arriba, y veo a Inesilla, asomada por el montante de la puerta, mirándome burlonamente, riéndose y restregándose los puños en ademán de hacerme rabiar. ¿Por qué has hecho eso? le pregunté. Y con la cara muy alegre repuso: Porque me da mucho gusto cuando te pegan. Desde aquel instante no pensé más que en marcharme de la casa.

Tendrás todo lo que quieras: ricos trajes, hermosas alhajas... ¡Ah! exclamó desconsoladamente Luisa. Y á , padre, ¿qué me daréis á ? dijo la Inesilla. A ti, hija mía, te daré un hermoso ajuar, un buen dote y te casaré con Cristóbal. ¡Ay, padre! y ¡qué bueno es vuesa merced! No lo cree así tu madre, que dice que se ha de vengar de .

No creas que es exageración: se me renovaron de repente el dolor y la vergüenza de todos los golpes que había recibido en aquella casa; me acordé del último día que pasé allí; creí verme tumbada en el jergón, mientras Inesilla se gozaba en mi daño; su voz cruel y burlona pareció resonar en mis oídos, y claro está, con los recuerdos volvió el rencor y con el rencor el deseo de venganza. ¡Y qué venganza la que se me venía a las manos!

Yo espero que misia Melchora, heredera de toda esta tradición, que ella sabe mantener tan dignamente, hallará buenas mis razones y guardará un poco de simpatía para esta pobre muchacha. Te abraza con todo su corazón. =Inés= Indudablemente, esta Inesilla no vive en nuestra época. Y ello nos va a proporcionar a todos bastantes disgustos. Pocas veces sufro de tedio.

Huid de ellos, huid de esas cabecitas de ciprés en que todo es oquedad, insustancia, vacua mentecatez, tilinguismo ¡huid, huid!...» Mis sobrinas se retiraron cabizbajas y un tanto mohinas. No si me harán caso. Lo dudo... Al día siguiente de la fiesta que en mi casa para presentar en sociedad a mis sobrinas, vino Inesilla, mi protegida, a visitarme y a darme las gracias por haberla invitado.

Inesilla les servía. El alférez devoraba con los dientes una pechuga de perdiz, y con los ojos el redondo cuello y el alto seno de la muchacha, soltando uno que otro guiño y una que otra frase que la joven recibía sonriéndose. ¿Y qué decís de esto? dijo entre un bocado, un guiño y una galantería soldadesca á la muchacha el alférez.

Pasado un rato, Inés y Cristeta salieron juntas dirigiéndose a una casa de la calle de San Lucas, que tenía un portalón, sobre el cual se leía este letrero: COCHES DE LUJO ABONOS POR MESES <b>Se admiten caballos a pupilo</b> Aquí es dijo Inesilla al llegar, cediendo el paso a la señorita. «La Virgen me ayude», pensó Cristeta, que iba muy preocupada.

He estrujado mis boletitos. ¡Y yo que creía tan seguro el «dato» del jaquet y la galera!... Al salir para tomar nuestro automóvil nos cruzamos con un amigo. «¿Y... cómo les fué?» ¡Al tacho! responde mi marido. Yo le aprieto el brazo y le digo: «¡Jorge, qué palabra tan inelegante!...» Mi protegida Inesilla ya os he hablado varias veces de ella vino a verme la otra tarde.

Eso es; además, y para que no te equivoques, ten presente que la perdiz estará adornada con berros, y que tendrá todas las patas y el pico. No se me escapará. Veremos si eres hombre de ingenio. Descuida. Procura que sea de los primeros platos. Ya... Después... Inesilla te quiero mucho, y la señora Luisa quiere mucho también á don Juan de Guzmán... el viejo es rico y puede morir...

El tío Pelusa, así llamaban a mi padrastro, era tan irascible y avariento como la que le había tomado por esposo. Sin embargo, aún pasé algunos años resignada siendo medio bestia de carga, medio puerca-cenicienta, hasta que al llegar Inesilla, mi hermanastra, a la edad de las travesuras desplegó tanta perversidad para conmigo, que comencé a pensar en el porvenir que me esperaba.