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La tierra se recoge en un profundo silencio; murmuran los pinos; flota en el aire grato olor de resina. El cascabeleo de un verderol suena precipitado; calla, suena de nuevo. Y en la lejanía el dorado castillo refulge con un postrer destello y desaparece. Anochece. Se oye el traqueteo persistente de un carro; tintinea a intervalos una esquila.

Entre el confuso tropel de carruajes pasa una carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera, y al desaparecer el coche deja tras un murmullo de admiración jamás inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se divisa una larga fila de simones que vuelven con el se alquila puesto, y la calle recobra su aspecto normal.

Los ómnibus cargaban pasajeros en la esquina de la calle de Sevilla, mientras en lo alto voceaba el conductor: «¡A la plaza! ¡a la plazaTrotaban con alegre cascabeleo las mulas emborladas tirando de carruajes descubiertos con mujeres puestas de mantilla blanca y encendidas flores; a cada instante sonaba una exclamación de espanto viendo salir incólume, con agilidad simiesca, de entre las ruedas de un carruaje, algún chicuelo que pasaba a saltos de una acera a otra, desafiando la veloz corriente de vehículos.

Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba «¡arre! ¡arremanejando con rara maestría una docena de ramales. Las rocas, una tras otra, fueron desfilando por la plaza, produciendo cada una de ellas una verdadera revolución.

El ruido sordo de las ruedas del coche y el cascabeleo de las mulas contribuían a sumergirla en este arrobamiento. Cuando terminaron, quedó largo rato ensimismada. Por su gusto aquella oración no se hubiera terminado nunca. Pero el joven presbítero se había puesto el sombrero y miraba otra vez por la ventanilla. El paisaje se animaba bajo la claridad rosada de la aurora.

En los coches que rodaban delante volvían sus cabezas las mujeres, como avisadas por el cascabeleo de las mulas trotadoras. Un rugido informe salía de ciertos grupos que detenían el paso en las aceras. Debían ser exclamaciones entusiastas. Algunos agitaban los sombreros; otros enarbolaban garrotes, moviéndolos como si saludasen.

Iban llegando los otros carruajes, con ruidoso cascabeleo y polvoriento patear de las bestias en la cuesta de Marchamalo. La explanada se llenaba de gente. Formaban la comitiva de Dupont todos sus parientes y empleados.

El incienso se elevaba en nubecillas azules en torno de la custodia, velando el brillo del oro. Cuando cesó el cántico, volvió a sonar el órgano y la carroza púsose de nuevo en marcha. Temblaba toda ella desde la base a la cúspide, y el movimiento hacía sonar como un cascabeleo de plata las campanillas pendientes de sus adornos góticos.

Entre las cortinas de árboles enanos que ensombrecían los caminos vibraban cencerros y campanillas, y cortando este alegre cascabeleo sonaba el enérgico «¡arre, acaanimando á las bestias reacias. En las puertas de las barracas saludábanse los que iban hacia la ciudad y los que se quedaban á trabajar los campos. ¡Bòn día mos done Deu! . ¡Buen día nos Dios! ¡Bòn día!

Pasábale las piezas al señor Manolo, y éste reía, con el goce brutal de la destrucción, ofreciendo a Maltrana los conejos para que los tentase. Aún estaban calientes: ¡cómo los dejaba la bicha al morderles!... Anunció el Chispas que ya no salían más; la madriguera estaba despoblada. El Mosco tiró de la cuerda y volvió a sonar el apagado cascabeleo.