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¡Oh, gentleman! suspiró con acento de reproche . ¿Por qué me ha dado ese susto?... ¡Yo que le amo tanto! A pesar de este tono de queja, se notaba en su voz y en sus ojos una expresión adorativa, como si estuviese dispuesta á sufrir nuevos terrores á cambio de contemplar la majestuosa autoridad que ejercía su amigo sobre una selva donde habían temblado de emoción tantos cazadores valerosos.

Pero evidentemente la vida mundanal no tenía terrores para el novicio, antes le atraía y agradaba, á juzgar por la expresión regocijada con que oyó el anuncio de su expulsión. Su contento acrecentó la iracundia de Fray Diego, quien continuó diciendo: Esto por lo que al castigo espiritual se refiere. Pero á los malos servidores de Dios, de corazón empedernido, poco les duelen tales penas.

El día llegó y los tristes presentimientos, los terrores de las sombras se disiparon en parte. La luz le trajo esperanzas. Mas, las noticias de la tarde fueron terribles; se habló de afusilados y la noche para la joven fué espantosa. En su desesperacion decidió entregarse tan pronto como brillase el día y matarse despues: ¡todo, menos pasar semejantes torturas!

La cristiandad, semejante á Israel al pié del Horeb y del Sinaí, espera la voz de Dios prosternándose con vagos terrores y estremecimientos.

Eso es imposible. Yo no creo que entrar monja sea morir, sino seguir la mejor vida. Ya he dicho que no discuto, ni trato de teologías con V. Concedo, pues, que la vida del claustro es la mejor vida; pero es cuando hay vocación para seguirla; cuando no se va al claustro desesperada, casi loca, llena de desatinados terrores. Vuelvo á repetir á V. que me deje, Sr. D. Fadrique. ¿Para qué hablar?

Las creencias son así un producto fatalmente pasajero del entendimiento humano en crecimiento incesante desde que se puso en marcha huyendo del mal y buscando el bien. Todo lo que ha sido materia de los terrores y de las esperanzas de los hombres en una época o en un estado de la evolución progresiva de la humanidad civilizada, ha perdido su valor en las subsiguientes.

Basilio no pudo reprimir un gesto y, decidido á no resuscitar el asunto, prosiguió como si nada hubiese oido: Lo que más le debilita son las pesadillas, sus terrores... ¡Como el gobierno! volvió á observar Simoun.

Sacudí la cabeza. «Te considera todavía muy tontapensé, volviendo a recobrar el aliento, pues sentía desaparecer de mi alma los terrores que me había causado mi peligrosa empresa. Se apartó de para encender la luz. Yo busqué con la mano el sofá y me dejé caer en una de sus esquinas. Las velas esparcieron un vivo fulgor que me deslumbró. Me volví hacia la pared y oculté mi cara.

Pero apenas hubo entrado en su casa, muy satisfecho del éxito de su oportuna retirada, nuevos terrores vinieron a asaltarle, al ver el ojo válido de Rosita, severo, iracundo y amenazador como un soldado sobre las armas; y su boca grave, remilgada e imponente como un juez en su tribunal.

Pero el Capellanet había reído al ver la puerta abierta, y junto a ella, como en otras mañanas, a don Jaime, con el busto desnudo, chapuzándose en un balde que él mismo traía de la costa lleno de agua del mar. No se había equivocado al reírse de los terrores de las mujeres. «A su don Jaime no había quien lo matase. Y esto lo decía él, que entendía de hombres