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Actualizado: 21 de julio de 2025


Varias tentativas de los rebeldes se habian malogrado por la impericia de los gefes en quienes Tupac-Amaru habia depositado su confianza. Su muger le habia obligado á volver á Tungasuco, para calmar los terrores que le habia causado la noticia de la salida de la tropas de Lima. ¡Triste y singular presentimiento!

El niño recordó entonces escenas análogas, pero cuyo teatro era la cocina de los Pazos, y las víctimas su madre y él: el señorito tenía entonces la misma cara, idéntico tono de voz. Y en medio de la confusión de su tierno cerebro, de los terrores que se reunían para apocarlo, una idea, superior a todas, se levantó triunfante.

Bien visible era que aquellos viejos lobos marinos temían que yo hiciera algo parecido; y no poca pena, mezclada con cierta risa, produjeron en los terrores á que dió origen mi llegada, al notar cómo aquellos rostros curtidos por medio siglo de exposición á las tempestades del mar, palidecían al ver á un individuo tan inofensivo como yo; ó al percibir, cuando alguno me hablaba, el temblor de una vez que, en años ya remotos, acostumbraba resonar en la bocina del buque tan ronca y vigorosa que habría causado espanto al mismísimo Bóreas.

¿ crees? dije, divertida por los terrores de la buena anciana, cuyo principal título de gloria después del derecho de vestirse de blanco es el haberme recibido en su delantal el día de mi entrada en este valle de lágrimas. Celestina deduce de este alto hecho el derecho de reprenderme en todas las circunstancias notables, y no se priva de ejercerlo.

La engañaba bebiendo aún más y el pobre hombre estaba en un círculo vicioso del cual no podía salir sino por la muerte. La duquesa se asustaba alguna vez de su ardoroso aliento y no se atrevía a manifestarle sus terrores, pero colocaba discretamente sobre su mesita de noche alguna tisana refrescante y perfumada que él no tomaba.

Nadie en Madrid pidió cuentas a Currita de la sangre de Velarde, derramada a la vista de todos por culpa suya, y ahora le arrojaban al rostro la de Sabadell, de la cual se hallaba inocente y hubiera ella rescatado con gusto a costa de cualquier sacrificio... Porque el dolor de la dama fue en realidad grande, aunque no expansivo ni alborotado; uno de esos dolores, por decirlo así, secos, propios de las almas enérgicas, que se repliegan sobre mismos en el fondo del corazón como para no perder su energía, a la manera que el gladiador herido encuentra fuerzas en su misma agonía para encoger el cuerpo y doblar los músculos, e intentar un último y más formidable avance... Aquella débil mujercilla encerraba en su endeble cuerpo una de esas almas enérgicas que se crecen a la vista del peligro y lo desafían, y no necesitan en el dolor apoyo ni cómplices en el crimen; bastábase ella misma a misma, y sacudiendo los terrores que la habían invadido la víspera, con el vigoroso empuje del toro que arroja lejos de los rejones que le lastiman y embarazan, aprestóse a la defensa, decidida a arrostrar a pie quieto y con firmeza todas las consecuencias de aquella horrible noche.

Todas las noches algunas campanadas les recuerdan los pasados terrores y les advierten la suerte que quizá les cabrá durante la noche. Muchas rocas desplomadas que se ven en medio de los campos tienen leyendas terribles; otras hay cuya presa se les escapó. Uno de esos enormes peñascos, inclinado, y con la base arraigada por todas partes en el suelo, se yergue junto al camino.

Hízola una fría reverencia y se fue, estremecido de espanto al considerar que quizás había arrojado todo el rico tesoro de sus cuitas en un hediondo basurero. Leticia le siguió con la vista; y si el pobre mozo hubiera vuelto la suya entonces, más grandes habrían sido sus terrores al leer lo que expresaban los ojos y el continente de su afectuosa consejera.

La vida puede ser reducida o rebajada en diferente porcentaje por un andamiaje de terrores y esperanzas ilusorias o por la disminución de los sentidos o del intelecto, o por las dos desgracias juntas, y el saldo será diferente pero la conformidad será igual, correspondiendo a cada diferente plan de vida un coeficiente de duración diferente también.

Miró el collar de perlas eternamente acostado en la admirable almohadilla de su pecho, las gruesas esmeraldas de sus orejas, los brillantes que chisporroteaban fríamente en sus manos. Ella adivinó su pensamiento, y la idea de vender estas joyas le produjo una inquietud mayor que los terrores que le infundía el porvenir.

Palabra del Dia

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