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Actualizado: 21 de julio de 2025


Después de enfervorizarse con esta membranza sentimental y preciosa, Salvador discurría amorosamente sobre el porvenir de su protegida. El nada sabía de los misteriosos terrores que la niña le había inspirado la sola idea de que doña Rebeca la llevase de la mano camino adelante, ni mucho menos sospechaba las torturas que la pobre criatura padecía en poder de los de Rucanto.

No lo comprendo, tío decía Lucía, pero á veces me doy á cavilar que á Clara le han dado un bebedizo. ¡Tiene unos terrores tan inmotivados! ¡Siente unos remordimientos tan fuera de razón!... No qué sea ello. Doña Blanca le ha puesto tan feroces escrúpulos en el alma, le ha hecho recelar tanto de su apasionada natural condición... que la infeliz se cree un monstruo, y es un ángel.

Puedo invocar los muertos y preguntarles cual es el objeto de nuestros terrores. La nada de los sepulcros quizas me responderan... ?Y si no responden?... iEl profeta sepultado respondio a la encantadora de Endor! y el rey de Esparta supo su destino futuro por las sombras de la virgen de Bizancio. Habia quitado la vida a la que amaba sin conocer que era su victima, y murio sin obtener perdon.

Vacilaba algunas veces, sentía misteriosos terrores al pensar que su fortuna estaba a merced de un capricho del azar, mas no por esto perdía la confianza, y nada había reservado de su capital para responder a los vencimientos de los pagarés que le había hecho firmar su madre. ¿Para qué tal precaución? No había más que oír a su principal y al poderoso banquero.

Bonis se levantó, y contempló a la Gorgheggi dormida: Esa mujer adorada no sabe que yo la soy infiel. Que hay horas de la noche en que me dan un filtro hecho de terrores, de fuerza mayor, de recuerdos, de costumbres del cuerpo, de sabores de antiguos placeres, de olores de hojas de rosas marchitas, de lástima... y hasta de filosofías... negras....

Por un momento, pareció que estas reflexiones le tranquilizaban, pero en seguida volvió su corazón a latir con fuerza y su mente a trabajar. «¿Cómo explicar la extraña actitud de la señora Princetot?... Sus frases llenas de ambigüedad y sus terrores... ¿Por qué le había prohibido que viese de nuevo a Simón? ¿Por qué había exclamado con el espanto reflejado en sus ojos: ¡Ya es demasiado que se encontraran ayer!...»

Pensaba el Comendador que el perpetuo roce del espíritu de Doña Blanca con el de su hija; que la presión que ejercía en aquella joven de diez y seis años el severo y atrabiliario carácter de su madre, y que los terrores de que había cargado su conciencia, tenían á la pobre Clara en un estado de ánimo no muy distante del delirio.

Yo ni puedo, ni quiero, ni debo consentir extravagancias tan criminales. ¿No comprende esa mujer de Satanás que la educación que ha dado á su hija, que esos terrores que le ha infundido son como un veneno? ¿Quiere saciar el odio que me tiene, asesinando á su hija, porque también es mi hija? Comendador, ten sangre fría; mira que te engañas.

Nunca le adivinaron á Roseta en su casa los terrores pasados en el camino. La pobre muchacha componía el gesto al entrar en la barraca, y á las preguntas de su madre, inquieta, contestaba echándola de valerosa y afirmando que había llegado con unas compañeras. No quería que su padre tuviese que salir por las noches al camino para acompañarla.

Como este año no tuvimos cordonazo de San Francisco..., ya se ve, el equinoccio no quiere pasar sin esto.... ¿Subimos? No resolvió Nucha, empeñada en combatir sus propios terrores .

Palabra del Dia

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