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Actualizado: 21 de julio de 2025


Al fin, queriendo terminar de un modo digno y brillante sus trabajos zoológicos, propuso hacer la gallina. Todas las antipatías, terrores y resentimientos de Julita se despertaron al escuchar este nombre malhadado. ¡No... ina no... ina feya!

Isagani vió que su amigo se alejaba con la precipitacion que denotaba un verdadero terror y siguió mirando hácia la fascinadora ventana, como el caballero de Toggenburg esperando que se asome la amada, de que nos habla Schiller. En aquel momento la sala estaba desierta; todos se habían ido á los comedores. A Isagani se le ocurrió que los terrores de Basilio podían ser fundados.

?Es esta toda tu respuesta? ?no tienes otra mas dulce? iPiensa bien en ello antes de negarte a lo que te propongo! He dicho no. Puedo pues retirarme; habla. Retirate. MANFREDO solo. Somos la victima del tiempo y de nuestros terrores; cada dia se nos presentan nuevas penas; vivimos sin embargo maldiciendo la vida y temiendo la muerte. Mi ciencia me ofrece todavia algun recurso.

Me ha molestado no verla, como si ella supiese que yo tenía que pasar por allí. Hoy ya no podré verla porque hemos llegado demasiado tarde, y, además, tengo demasiado que hacer para poder permitirme una hora de ausencia; y, no obstante, necesitaría una de sus miradas para disipar los terrores que me persiguen desde que me separé de ella. ¡Dios mío, abreviad esta noche! 9 de junio.

Se ve que este mozo del campo no cree en «la educación de una joven a la moderna», y arregla a palos los problemas de honor. La niña tiembla al pensar en la futura entrevista y en lo que pueda decir el hermanito, que la amenaza con sus revelaciones; por ella no llegaríamos nunca a Buenos Aires... Pero sus terrores pasan pronto: los olvida apenas se ve rodeada de hombres.

Pero volviendo a mi asunto, diré que, habiendo roto completamente con mis antiguos terrores, no traté ya de moderar mi locuacidad delante de mi tía. No pasó día en que no tuviéramos a la hora de la comida discusiones que amenazaban degenerar en tempestades.

Comenzó a prestar intensa atención a las extrañas confidencias de la joven, a sus escrúpulos, a sus alegrías y terrores, a sus visiones, porque las tenía de vez en cuando. Y ya no le sorprendió que los demás confesores no la hubiesen comprendido.

Y entonces principió para los dos cómplices esa existencia turbada, mezcla de embriagueces y de amarguras, de olvidos y de remordimientos, de secretas concupiscencias y de terrores secretos que es la vida misma de los amores culpables.

Casi todos aquellos hombres eran enjutos. La ambición o la penitencia, ayudadas a menudo por tercianas prolijas y rebeldes, desgrasaban las carnes y labraban ictéricos surcos en los rostros. Rostros a la vez altaneros y tristes, do el brío solía disimular terrores y la constante aspiración hacia Dios iluminaba en lo alto las visionarias pupilas.

Estos vagos terrores, unidos al residuo de vergüenza que le quedaba, fomentaban su irritación contra Raimundo. Su carácter violento, caprichoso, despótico, se alteraba con aquel obstáculo imprevisto. Ni siquiera había reparado bien en la fisonomía del joven. Le odiaba sin dignarse hacerse cargo de su figura.

Palabra del Dia

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