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Actualizado: 11 de julio de 2025
Solamente se había disputado una vez con ciertos compatriotas, procedentes de Barcelona, que pretendían imponerle la bandera catalana. Yo la admito dijo con solemnidad diplomática . Lo único que discuto es sus dimensiones. Y acabó por aceptarla en su «museo banderístico», como él decía, pero exigiendo que su tamaño no pasase de la cuarta parte de la bandera española.
No me interesa ni discuto el punto de vista religioso, sino la importancia de la superstición en la vida social, su influencia perniciosa contra la evolución de la moralidad.
Yo no discuto aquí si es ó no posible, á menos de un milagro, de una ventura casual ó de una inspiración dichosa, acorralar á los rebeldes, vencerlos y darles pronto el merecido castigo. Tal vez sea esto dificilísimo. Sabido es lo mucho que dura este linaje de guerras. Catorce años duró la de Viriato.
No discuto sus razones, Elena; aunque sospecho que fue su indiferencia de usted lo que les dio tanta fuerza. Me callé y no revelé ni por una seña mis verdaderos sentimientos. Si hablo de esto continuó, puede usted creer que no es para que lamente mi suerte, que es más bien grotesca. ¿Por qué? Porque es ridículo ser engañado. ¿Cómo no serlo cuando se ama?
Villamelón, con mucha dignidad, replicó al punto: Mira, Curra, en la mesa no discuto... ¿Sabes?... Pero tienes parcialidad por Jacobo y vas a llevarte un chasco muy grande, muy grande... ¿Me entiendes, Curra?... Ese viajito repentino me da mala espina: apuesto a que no va solo.
No discuto aquí si hubiera sido ó no mejor edificar en cualquiera otra parte el templo cristiano y dejar la mezquita integra y tal como estaba.
Yo creo añadió después de una larga reflexión que lo mejor será que tu hermana entre en un convento... No tuerzas el gesto; no creas que quiero enviarla a un convento cualquiera. Hablaré con mi madre: nosotros sabemos hacer las cosas. Irá a un convento de señoras, de religiosas distinguidas, y la dote será cosa nuestra. Ya sabes que por dinero no discuto.
Voy todos los miércoles al mercado, compro pollos y huevos, discuto por gusto con las vendedoras para acabar dándolas lo que piden, convido en la chocolatería a las hortelanas de este contorno, y vuelvo a casa escoltada por todas ellas, que se admiran al oírme hablar con Beppa en un lenguaje extraño. ¡Si viera usted lo que me quieren!... En sus ojos leo el asombro al reconocer que la señoreta no es tan mala como dicen las de la ciudad. ¿Recuerda usted la pobre hortelana enferma que vimos en la ermita aquella tarde?
Eso es imposible. Yo no creo que entrar monja sea morir, sino seguir la mejor vida. Ya he dicho que no discuto, ni trato de teologías con V. Concedo, pues, que la vida del claustro es la mejor vida; pero es cuando hay vocación para seguirla; cuando no se va al claustro desesperada, casi loca, llena de desatinados terrores. Vuelvo á repetir á V. que me deje, Sr. D. Fadrique. ¿Para qué hablar?
Palabra del Dia
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