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El efecto tierno y particular con que Eppie habíase criado bajo sus ojos, en una intimidad casi inseparable, ayudado por la soledad de su habitación, la había preservado de la influencia perniciosa de las conversaciones y de los hábitos de las gentes de la aldea.

No hay cosa mas perniciosa que el dinero recogido para la defensa comun, desperdiciarle en gastos voluntarios, y cuando la necesidad aprieta, acudir á nuevas impuestos y pechos, dando por razon y causa justa el aprieto la falta que nace de sus excesos y demasías.

En este momento comprendió la causa de su malhumor repentino. «La madre había hablado de las calumnias con que le querían perder... de las demasías de ambición, orgullo y sórdida codicia que le imputaban, de la influencia perniciosa en la vida de muchas familias que se le achacaba... pero ¿era todo calumnia? Oh, si la Regenta supiese quién era él, no le confiaría los secretos de su corazón.

Sabés bien que mientras tu cuenta no esté pagada, debés quedar. Abajo... podés morirte. Curate aquí, y arreglás tu cuenta en seguida. ¿Curarse de una fiebre perniciosa, allí donde se la adquirió? No, por cierto; pero el mensú que se va puede no volver, y el mayordomo prefería hombre muerto a deudor lejano.

Pero antes vas a reventar aquí, que salir de la planchada! ¡Y mucho cuidado, vos y todos los que están oyendo! ¡Ya saben! La decisión de huir, y sus peligros, para los que el mensú necesita todas sus fuerzas, es capaz de contener algo más que una fiebre perniciosa.

Entonces fué cuando mis ideas cambiaron poco á poco y en el silencio de mi vida claustral me convertí en otro hombre. Todo lo que más había amado en el mundo, el placer, el lujo, las vanidades humanas, me parecieron miserias y vi claramente la perniciosa inutilidad de la existencia que había realizado.

La grandeza de la Iglesia se le aparecía en aquel momento más grandiosa que nunca. ¡Qué admirable institución! El hombre fuerte que llegaba a lo alto se convertía en un dios omnipotente y temible. Nada de igualdad perniciosa y revolucionaria. El grande siempre tenía razón. El dogma ensalzaba la humildad de todos ante Dios, pero al fijar ejemplos, hablaba siempre de rebaños y de pastores que debían dirigirlos.

Ha sido preciso que prescindiese un día, por la elección del asunto, de las tradiciones rutinarias de la antigüedad y de la perniciosa influencia de los grandes señores, para que se atreviese a trazar el carácter de Acomato y el de Roxana.

Un tal Ragasse, una de las malas cabezas del destacamento, hongo venenoso del lodo parisiense, de aspecto burlón, acento provocador y lenguaje de barrios bajos, acribillado de castigos hasta no saber qué hacer de ellos, y, por esto mismo, de una profunda indiferencia respecto del particular, causaba la desesperación de sus superiores y les producía serias inquietudes por su perniciosa influencia sobre sus camaradas.

... al fin había sido jesuita...». Quintanar acabó por comparar el poder del Provisor en el caserón de los Ozores, con el que tuvieron los jesuitas en el Paraguay. «, mi casa es otro Paraguay». Y cada día se encontraba más incapaz de oponerse a la perniciosa influencia. No sabía más que poner mala cara y parar poco en casa.