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El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías, el cual con mucha voluntad le pondría a la boca de la mesma cueva, y le enseñaría las lagunas de Ruidera, famosas ansimismo en toda la Mancha, y aun en toda España; y díjole que llevaría con él gustoso entretenimiento, a causa que era mozo que sabía hacer libros para imprimir y para dirigirlos a príncipes.

La cuarta es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora ignorado de las gentes. -Vuestra merced tiene razón -dijo don Quijote-, pero querría yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le licencia para imprimir esos sus libros, que lo dudo, a quién piensa dirigirlos. -Señores y grandes hay en España a quien puedan dirigirse -dijo el primo.

El bosque se estremeció de dicha al escuchar aquel grito aflautado, aquel canto tierno y melodioso que recogía la frescura, las armonías, los misteriosos hechizos del bosque, para dirigirlos al Hacedor como un himno matinal de gracias. Andrés también sufrió una sacudida. La emoción, que le había ido embargando poco a poco, se desbordó en lágrimas por sus ojos.

1172 Procuren, si son cantores, el cantar con sentimiento, ni tiemplen el estrumento por sólo el gusto de hablar, y acostúmbrense a cantar en cosas de jundamento. 1173 Y les doy estos consejos que me ha costado alquirirlos, porque deseo dirigirlos; pero no alcanza mi cencia hasta darles la prudencia que precisan pa seguirlos.

De modo que leída la primera de sus cartas de usted pensé: «Ya lo sabía», y en cuanto vi a la señora De Nièvres comprendí que se trataba de ella. En cuanto a mis procederes juzgaba que era difícil, pero no imposible dirigirlos.

Pero, ¿el superior del convento no es usted? ¡Ca! No, señor. Yo no soy más que el capellán. Hay un superior general de todos los colegios del Corazón de María, lo mismo de los que existen en España que en los de Francia, donde se establecieron primero. Es francés, y constantemente está viajando, pasando temporadas en cada uno para inspeccionarlos y dirigirlos.

Con increíble temeridad volvió varias veces a Rusia, en secreto, a ver a sus correligionarios, para alentarlos y dirigirlos: en peligro de caer en manos de la justicia, se salvó milagrosamente, y continuó después conspirando en el extranjero, siempre soñando y preparando el cataclismo social que le había de abrir las puertas de su país ya regenerado.

La grandeza de la Iglesia se le aparecía en aquel momento más grandiosa que nunca. ¡Qué admirable institución! El hombre fuerte que llegaba a lo alto se convertía en un dios omnipotente y temible. Nada de igualdad perniciosa y revolucionaria. El grande siempre tenía razón. El dogma ensalzaba la humildad de todos ante Dios, pero al fijar ejemplos, hablaba siempre de rebaños y de pastores que debían dirigirlos.

Napoleon, que fué un gran poeta á la manera de Alejandro, era digno de comprender cuánta ciencia política había en el creador de esos grandes caracteres de la antigüedad, en cuya boca ha puesto palabras que han inmortalizado á su autor, y que prueban que quien tan profundamente conocía á los hombres bien pudo atinar con el mejor modo de dirigirlos.