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¡Si cuando este muchacho me dijo que venía el breque... ¡qué le iba a creer!... Siempre saben llegar al mediodía. Realmente, Ramona: hemos venido como chasque. ¡Como chasque! Don Melchor... ¿y la familia quedó buena? Todos buenos, gracias. Pero siéntense, señores, que están parados... y entrá esa canasta, muchacho... Anastasio no ha de tardar... ¿le cebo un mate, don Melchor?...

Entretanto, Melchor cruzaba campos, llevado por su zaino, cavilando sobre la conducta de Lorenzo y Ricardo, que así se resistían a acompañarle en la tarea que iba a desempeñar. Cuando llegó a casa de Anastasio encontró a Ramona poniendo agua a las gallinas. ¡Don Melchor!... ¡Ave María!... ¡Qué sorpresa... y cuánto gusto!... ¿Cómo le va, Ramona?

Quién sabe, don Melchor... Anastasio es un hombre malo... muy malo... ¿Teme usted que le haga algo? Por ... no... don Melchor... y aunque me hiciera... aunque me matara... ¿yo qué valgo?... Anastasio se guardará muy bien de pensar en venir aquí a buscarla... y con el tiempo se le pasará todo. ¿Usted cree, don Melchor? Esté segura, Ramona... no le hará nada... no tema.

Cosroes vuelve triunfante á su capital; planta la cruz robada del Salvador en el templo de Júpiter, y entrega, como esclavo, á Zacarías, patriarca cautivo de Jerusalén, en manos de Anastasio, para que éste le haga apostatar de su fe.

Terminado el almuerzo, se dispuso la siesta bajo la caliginosidad creciente de un día de fuego y poco después de las 4 la caravana continuó su marcha en línea recta, a la «Celia». Durante esta jornada se habló de Anastasio especialmente, pues habían quedado Lorenzo y Ricardo impresionados con él.

Al sentarse a la mesa apareció Anastasio, cuya fisonomía impresionó vivamente a Lorenzo y a Ricardo que en una rápida mirada se cambiaron la misma impresión: ¡qué traza! En la expresión de Anastasio observaron, instantáneamente, un detalle extraordinario: ¡reía sin risa!

No, señor; eso, no... coma no más tranquilo... ¡Qué Baldomero éste... es la piel de Judas! ¡No me la vaya a quitar, don Ricardo, que no tengo otra...! Y a todo esto dijo Lorenzo, ¿qué programa tenemos para mañana? Si se animan iremos hasta lo de Anastasio. ¿A caballo, Melchor? ¡Claro está! ¿No es muy lejos para un «debut»? ¡No, hombre! Yendo en buenos caballos y despacio...

A la conclusión del drama se nos ofrece un contraste con la primera escena: así como Anastasio hace allí ver, en virtud de sus artes mágicas, el robo de la cruz á los príncipes de Persia, así aquí le muestran los ángeles á Heraclio con cilicio y corona de espinas en la cabeza, llevando en sus hombros el sagrado madero al templo de Jerusalén, y plantándolo en el altar. La devoción de la Cruz.

Creo que ... no estoy seguro... esta mujer vivió con un soldado de la policía, al que lo mataron en un boliche, y después se unió con Anastasio... es todo lo que . Está el almuerzo, niño dijo el sirviente; y los dos amigos pasaron al comedor. Al terminar el almuerzo se presentó Baldomero y preguntó: ¿Dónde la va a poner a Ramona, don Melchor?

¡El caso de Anastasio! Ahí tienes un hombre víctima inconsolable de un dolor moral. ¿Vas a ponerme como ejemplo un ser inferior, inculto, torpe, aislado de la sociedad en un medio que basta y sobra para llevar a la misantropía? ¡No, pues!