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Si Anastasio fuera de la condición que nosotros y tuviera el capital intelectual de que nosotros disponemos y viviera en pleno Buenos Aires, había de encontrar en su propio espíritu y en las influencias circundantes, los estímulos necesarios para triunfar de su dolor por muy hondo que sea y que yo respeto en él, porque es él; porque vive casi solo y a solas constantemente con sus recuerdos atribuladores; pero que no respetaría ni en mismo puesto en la situación en que estoy, felizmente.

Anastasio, convertido al cristianismo por su esclavo Zacarías, y después de sufrir de Cosroes todo linaje de oprobios y torturas á causa de su nueva religión, que confiesa públicamente, es puesto en libertad, ocupando de nuevo Zacarías su silla episcopal en Jerusalén.

Anastasio llegó hasta cerca de la puerta y oyó estas palabras, dichas entre dientes como en un rezongo: Abrí, te digo, soy yo. La puerta se abrió y un relámpago de celos precedió a un relámpago de fuego: Anastasio había descargado su formidable trabuco sobre un salteador y sobre su mujercita inocente, matando a los dos. ¿Y hace mucho tiempo? preguntó Ricardo.

Ya en tiempo de Quintiliano y de Plinio el Joven, no encontraba el poeta trágico otro medio de proporcionarse auditores que alquilar un salón, y leer su tragedia al concurso invitado con este objeto . La Medea, que cita Tertuliano; el Querolus, imitación de la Aulularia de Plauto, del cuarto ó quinto siglo; la Clytemnestra griega del quinto ó sexto, y la tragedia titulada Chrisarguro , que escribió Timotheo de Gaza en alabanza del emperador Anastasio , son las últimas composiciones literarias de la musa dramática antigua, dudándose todavía si se representaron alguna vez en el teatro.

D. José de Seide, igualmente se reprodujo en todas sus partes el antecedente dictámen del Sr. D. Martin Rodriguez. Por el Sr. Dr. D. Vicente Anastasio de Echevarria, se dijo: Que igualmente se conformaba en todo con el parecer del Sr. D. Martin Rodriguez. Por el Sr. Dr. D. Bernardino Rivadavia, se dijo: Que reproducia tambien el parecer del Sr. D. Martin Rodriguez. Por el Sr. Dr.

Pero Martín no es hombre para pararse. El que tiene aspecto de bravo es Anastasio, ¿no? dijo Ricardo. ¿Ese?... ése es bravo con doña Ramona... ¿Es posible? preguntó Lorenzo. ¡Le da una vida!... bueno que él se ha juntado por la necesidad no más. Y ella parece una mujer excelente. Así es; , señor, ¡buenaza!... y no digamos que sea mala cosa... porque aunque le ande cerca a los cuarenta...

¡Si vieran! repuso Ricardo al bajar del caballo, que al pararse dejó caer la cabeza hasta casi tocar el suelo con la barbada, al mismo tiempo que palpitaban sus ijares con extraordinaria celeridad, ¡el monstruo de Anastasio nos sacó cortitos!... ¿Y por aquí?... ¿qué tal?... ¡Uf!... ¡Qué calor!... ¡y qué hambre!... Ven a almorzar, ¿o quieres bañarte antes?

Instantes, después se oía el ruido del carrito que salía en la dirección indicada. ¿Qué distancia hay, Melchor, de aquí al cañadón de las tunas? Sus seis leguas largas, y calcula para caminarlas con este día. ¡Pobre mujer!... ¿qué le habrá pasado? Alguna paliza del bestia de Anastasio. ¿Pero es posible que le pegue a esa mujer?

Ya el Rey, en dos ocasiones, y sin motivo alguno, había querido atentar contra su vida, y a pesar de la desesperación de la Reina y de las exhortaciones del padre Anastasio, confesor de Su Majestad, todo hacía temer que nuestro augusto señor no había abandonado la funesta manía que había de consumar su perdición en este mundo y en el otro.

Entraron al dormitorio de Anastasio: una pieza cuadrada y blanqueada que tenía sobre una pared un rifle colgado y más abajo un trabuco mohoso; una cama bien tendida con colcha de damasco azul y blanco; una mesa con diversos tarritos y botellas de bebidas; tres gruesas sillas de pino y paja y una percha de la que pendían diversas piezas de vestir; en las paredes, manchadas por vinchucas, un almanaque conservando aún la hoja del 31 de diciembre, varias estampas religiosas y un grabado grande con el retrato del gobernador.