Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 5 de julio de 2025
-Así es -respondió la barbada condesa-, pero todavía le cuadra mucho, porque se llama Clavileño el Alígero, cuyo nombre conviene con el ser de leño, y con la clavija que trae en la frente, y con la ligereza con que camina; y así, en cuanto al nombre, bien puede competir con el famoso Rocinante. -No me descontenta el nombre -replicó Sancho-, pero ¿con qué freno o con qué jáquima se gobierna?
A veces la tromba os coge en la rada. En 1698, hallándose el capitán Langford en el puerto, y bien anclado, vió llegar la tromba y al momento se hizo á la vela, poniéndose bajo el amparo del mar. Las otras naves se quedaron creyendo obrar más prudentemente y fueron destrozadas. En Madrás y en la Barbada hácense señales para avisar á los buques fondeados.
El fundador del Faro, aclamado al entrar en su casa, se vió precisado después a asomarse al balcón, donde fué nueva y calurosamente vitoreado. Por la noche, sus amigos le obsequiaron con una serenata. Convendría ponerle una barbada suave dijo Pablito. O un filete respondió Piscis gravemente. Ambos guardaron silencio. Pablito exclamó: ¡Maldita yegua! No he visto en mi vida boca más dulce.
A lo que respondió Sancho: -De que sea mi bondad, señoría mía, tan larga y grande como la barba de vuestro escudero, a mí me hace muy poco al caso; barbada y con bigotes tenga yo mi alma cuando desta vida vaya, que es lo que importa, que de las barbas de acá poco o nada me curo; pero, sin esas socaliñas ni plegarias, yo rogaré a mi amo, que sé que me quiere bien, y más agora que me ha menester para cierto negocio, que favorezca y ayude a vuesa merced en todo lo que pudiere.
En 1838, el ingeniero inglés Reid, que de orden superior pasó á la Barbada después de la célebre tormenta que causó mil quinientas víctimas, determinó el doble movimiento de rotación.
¡Si vieran! repuso Ricardo al bajar del caballo, que al pararse dejó caer la cabeza hasta casi tocar el suelo con la barbada, al mismo tiempo que palpitaban sus ijares con extraordinaria celeridad, ¡el monstruo de Anastasio nos sacó cortitos!... ¿Y por aquí?... ¿qué tal?... ¡Uf!... ¡Qué calor!... ¡y qué hambre!... Ven a almorzar, ¿o quieres bañarte antes?
He aquí a la mañana amanece a mi cabecera la huéspeda de casa, vieja de bien, arrugada y llena de afeite, que parecía higo enharinado, niña si se lo preguntaban, con su cara de muesca, entre chufa y castaña apilada, tartamuda, barbada y bizca y roma; no le faltaba una gota para bruja.
Otra vez habíamos llegado a la Barbada con un cargamento de bultos de madera de ébano. Estábamos haciendo nuestras señales, cuando en un bote se acercaron a El Dragón dos individuos de la policía de aquella isla. El capitán los recibió amablemente, y al mismo tiempo ordenó al negro Demóstenes y a Chim, el malayo, que los matasen.
Palabra del Dia
Otros Mirando