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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Hácense odiosos a los bien entendidos, con el pueblo pierden el crédito, si alguno tuvieron, para admitir sus escritos y los vicios que arrojada e imprudentemente quisieren corregir en muy peor estado que antes, que no todas las postemas a un mismo tiempo están dispuestas para admitir las recetas o cauterios; antes, algunos mucho mejor reciben las blandas y suaves medicinas, con cuya aplicación, el atentado y docto médico consigue el fin de resolverlas, término que muchas veces es mejor que no el que se alcanza con el rigor del hierro.
Los judíos de esta ciudad indican el lugar, consagrado por muchos mártires, en donde debe estar oculta la Cruz del Salvador; hácense saltar las piedras que la guardan, y en vez de una sola Cruz se hallan tres iguales: ¿cuál será, pues, la verdadera? Un milagro resuelve la duda.
Su vida es del uno para el otro, sin relación con la mía, y para mí vale la muerte. ¡Soledad! Mal hecho. Aquí todos son amigos. Esos pequeños seres no se comunican con el hombre, pero trabajan para él. Pónense de acuerdo con su sublime padre, el Océano, que habla por ellos. Hácense oir por medio de su órgano atronador.
Los testigos ponen fin a esta agradable conversación; los adversarios son conducidos a sus sitios; aquéllos hácense un poco atrás; el famoso Julio pronuncia la palabra sacramental: «¡Adelante, caballeros!» De común acuerdo, siguiendo las enseñanzas del maestro, ambos combatientes dan un brinco hacia atrás; ligera emoción en la concurrencia; pausa; de esta guisa podrían permanecer mucho tiempo; Julio toma la resolución de conducir otra vez a estos caballeros a su punto de partida; los enemigos se observan, rígido el brazo, sin moverse; el operador del cine da vueltas a su manivela. ¡Esto no formará un conjunto excelente!
Hácense estos con estilo declamatorio: el que los pronuncia dice lo que quiere; asegurado de que no le han de contradecir: danse al discurso adornos, artificios y figuras, para captar á los oyentes: las pruebas con alguna verosimilitud que tengan son bien recibidas, porque todo junto conduce á excitar los ánimos á favor del que razona.
Sólo un débil reflejo de su pasada importancia política queda todavía á la patria del Cid y de Gonzalo de Córdoba; los nietos de estos héroes, que un día conquistaron el mundo, reuniendo sus esfuerzos, hácense hoy la guerra en combates fratricidas; las minas del lejano Eldorado que pusieron sus tesoros á los pies de aquellos monarcas, en cuyos dominios jamás se ocultaba el sol, se han agotado ya, y el Guadalquivir se desliza hoy tristemente al pie de la torre del Oro, cuando en otro tiempo lo llenaban flotas cargadas de piedras preciosas, al paso que los tesoros del ingenio que inmortalizaron á Cervantes, Calderón y Lope de Vega, viven y vivirán siempre mientras la cultura y la admiración á las grandes creaciones del espíritu duren entre los hombres.
Resta ahora proponer algunas advertencias para hacer bien las demostraciones. Toda demostracion ha de tener por objeto las cosas universales, porque de las singulares no puede haberla. Conócense las singulares con toda evidencia por la aplicacion de los sentidos á las cosas, y de la mente á las primeras nociones; pero no se demuestran, ni lo necesitan, porque no es menester otro medio distinto de ellas mismas para alcanzarlas. La presencia de la luz, lo pesado y liviano, el movimiento, el frio y calor, y otras cosas á este modo con sola la aplicacion de los sentidos son evidentes: como lo son tambien las primeras y simples nociones que tiene el entendimiento, y sirven de basa, y ocasion al ingenio para formar demostraciones. Es verdad, que los universales se forman de los singulares; pero solo se hace abstrayendo de estos los atributos comunes, los quales son los que aprovechan para demostrar las cosas. En cada ente singular, ademas de los predicados comunes, hay una particularidad tan propia suya, que no se halla en otro ninguno aun del mismo género. Los Griegos la llamaron [Griego: Idyosynkrasia] idiosyncrasia, de la qual se trata extensamente en la Medicina, y no está sujeta á demostracion por ser especial y propia de cada individuo. De esta singularidad nace la distinta cara, genio, y especial temperamento de los hombres; y debe esta conocerse por observacion particular, que solo sirve para aquella determinada cosa donde reside, y no puede demostrarse, porque no hay medio, antecedente, ni principio á que reducirla, por ser única. Debe tambien la demostracion ser de cosas necesarias y perpetuas, porque así será siempre verdadera, puesto que las cosas contingentes y que pasan, por su misma mutacion estan expuestas á la incertidumbre. Por eso las difiniciones y divisiones lógicas bien hechas son los medios mas á propósito que hay para las demostraciones; y bien se ve que los predicados esenciales son perpetuos y permanentes, y siempre unos mismos en las cosas, porque ni se engendran de nuevo, ni se acaban: hácense solo de nuevo, y se destruyen los singulares individuos que los contienen. Para entender esto físicamente puede servir lo que hemos dicho de los elementos, y de las semillas en el discurso sobre el Mecanismo[a]. Sirve asimismo para demostrar las cosas el conocimiento de sus causas. Para proceder en esto con acierto, especialmente en el estudio de la naturaleza, cuyas demostraciones casi siempre se hacen por este camino, conviene saber que por causa no entendemos solo la eficiente, sino tambien la material, que es el sugeto y basa de que se compone una cosa: la formal, que es el conjunto de caractéres con que se distingue de otras: la instrumental, que es el medio con que se forma: la final, que es el fin á que se endereza. De todas estas hablaba Virgilio quando decia: dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas[b], &c. y con razon, porque es sumamente util conocer y distinguir cada una de las causas propuestas. El no haber cosa ninguna en que no concurran estas causas, es el motivo de ser útiles para las demostraciones, y de ahí ha nacido la máxîma fundamental tantas veces inculcada de Wolfio: nada se hace sin razon suficiente[c]. Por esto han culpado muchos á Verulamio, que quitó del estudio de la Física las causas finales, dando motivo con esto á introducir el Epicurismo. Siendo, pues, preciso que estas causas estén conexâs con las cosas, dimanan de ahí dos suertes de demostraciones: unas prueban las cosas por sus causas, y se llaman
Las fatigas hácense tan crueles, que unos mueren, los otros quieren volverse á su país. Kane se mantiene firme; ha ofrecido un mar, y preciso es que lo encuentre. Conspiraciones, deserciones, actos de traición, vienen á hacer más horrible la existencia de aquellos desgraciados.
A veces la tromba os coge en la rada. En 1698, hallándose el capitán Langford en el puerto, y bien anclado, vió llegar la tromba y al momento se hizo á la vela, poniéndose bajo el amparo del mar. Las otras naves se quedaron creyendo obrar más prudentemente y fueron destrozadas. En Madrás y en la Barbada hácense señales para avisar á los buques fondeados.
Palabra del Dia
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