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Del ténder y de la locomotora, que iban delante de llenos de gente, no se veía ya nada, sino humo, polvo, fuego; agua que corría de la caldera; las ruedas vueltas hacia arriba; las peñas saltando al empuje de la máquina, que aun quería andar después de haber encallado en ellas; algún hombre que se levantaba ensangrentado de debajo de aquellas destrozadas moles, dando alaridos; y nuestro vagón, al cual le tocaba volcar en seguida, y al que le faltaba poco para acabar de dar la vuelta ó para saltar en astillas.....

Gritaba ante las casas menos destrozadas; introducía su cabeza por puertas y ventanas limpias de obstáculos ó con hojas de madera á medio consumir. ¿No había quedado nadie en Villeblanche?... Columbró entre las ruinas algo que avanzaba á gatas, una especie de reptil, que se detenía en su arrastre con vacilaciones de miedo, pronto á retroceder para deslizarse en su madriguera.

Donde quiera se destacan, sobre colinas revueltas de lava petrificada, castillos estupendos de titánico aspecto, Bastillas seculares de la feudalidad casi muerta en el mundo, pero todavía muy resistentes en Alemania; ó ruinas monstruosas y sombrías, pero imponentes aún, osamentas destrozadas de diez generaciones de tiranos y bandidos nobles, petrificadas sobre el lecho volcánico que los propietarios escogieron en armonía con su terrible mision.

La giba de estiércol, que formaba una cortina defensiva ante la barraca, creció rápidamente, y más allá amontonáronse centenares de ladrillos rotos, maderos carcomidos, puertas destrozadas, ventanas hechas astillas, todos los desperdicios de los derribos de la ciudad. Contempló con asombro la gente de la huerta la prontitud y buena maña de los laboriosos intrusos para arreglarse su vivienda.

Desta manera fue poniendo precio a otras muchas destrozadas figuras, que después los moderaron los dos jueces árbitros, con satisfación de las partes, que llegaron a cuarenta reales y tres cuartillos; y, además desto, que luego lo desembolsó Sancho, pidió maese Pedro dos reales por el trabajo de tomar el mono.

¡Las mujeres!... Aquellos jóvenes no hablaban de otra cosa; y Febrer, sentado a la gran mesa de la fonda, aprobaba en silencio sus palabras y sus lamentaciones. ¡Las mujeres!... La irresistible tendencia que nos liga a ellas es lo único que se mantiene firme después de los trastornos morales que cambian una vida; lo que permanece de pie en medio de los cadáveres de otras ilusiones destrozadas por el cataclismo.

Recorrieron la sala de oreos, donde miles de mazos de cigarros se hallaban colocados en fila, y los almacenes, henchidos de bocoyes, que, amontonados en la sombra, parecen sillares de algún ciclópeo edificio, y de altas maniguetas de tabaco filipino envueltas en sus finos miriñaques de tela vegetal; atravesaron los corredores atestados de cajones de blanco pino, dispuestos para el envase, y el patio interior lleno de duelas y aros sueltos de destrozadas pipas; y por último, pararon en los talleres de la picadura.

Con frecuencia se destacan al volver un recodo pequeños caseríos miserables, compuestos de chozas negras, deprimidas y desmanteladas, que revelan muy poco bienestar y demasiada incuria. La mayor parte de esas casuchas raquíticas son de adobes ó piedras brutas mal unidas, cubiertas de paja ó de tejas destrozadas, que las lluvias y el viento han agujereado por todas partes.

Al frente, en medio de las dos vigorosas líneas del marco, se ve el puente del ferrocarril casi saliendo de la negra boca del túnel, y debajo un enjambre de rocas desiguales y revueltas que comienzan el raudal, dislocan el movimiento de las ondas, se estrechan en un espacio de 100 metros y terminan en tres grandes peñascos de formas destrozadas y salpicados de matorrales, que forman una barrera de 15 á 20 metros de altura.

En un mismo día charlaba de mujeres, juego y caballos con la juventud desocupada y elegante de los clubs aristocráticos; luego pasaba la tarde en el pobre estudio de algún artista «independiente y desconocido», tuteándose con melenudos de botas destrozadas que tal vez no habían almorzado; asistía después a un , donde flirteaba con damas de fama contradictoria, y comía en un palacio o en una taberna de bohemios, puesto de frac, para ir luego al Teatro Real.