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Y la ventera decía en voz y en grito: -En mal punto y en hora menguada entró en mi casa este caballero andante, que nunca mis ojos le hubieran visto, que tan caro me cuesta. Y ahora, por su respeto, vino estotro señor y me llevó mi cola, y hámela vuelto con más de dos cuartillos de daño, toda pelada, que no puede servir para lo que la quiere mi marido.

Pero Antón Perales no quiere ser menos que su contrinca, y paga otros ocho cuartillos que se beben con la misma solemnidad que los anteriores, con el mismo ceremonial, pero con mayor locuacidad de parte de los bebedores y con peor pulso de la del escanciador. Entretanto la tarde va acabándose, y el ganado y la gente que llenaban la feria se retiran poco á poco.

Las animadas descripciones de sus fiestas públicas; la tan cacareada especie de que en Madrid hace cada quisque lo que le acomoda sin que nadie se fije en él, y la plana de anuncios del periódico, según la cual se garantizaba la salud al más enclenque, y se vendían ropa, comestibles y bebidas dando al comprador dinero encima, hiciéronle pensar en la monotonía de las fiestas de su lugar; que en él no se podía tirar un pellizco á una muchacha sin que se contase el lance en todas las cocinas; que el día en que se le antojaba trincarse tres cuartillos, en lugar de la media azumbre que acostumbraba, el tabernero lo charlaba á todo el mundo; que habiendo en una ocasión añadido cuatro dedos de paño á las haldillas de su chaquetón, llevó una silba de todos sus convecinos en el portal de la iglesia, cuando iba á misa, en una palabra, que él, mayorazgo, libre y con salud, ni gastaba levita, ni bebía lo que necesitaba, ni podía echar un requiebro en paz, si no se ponía en guerra con el vecindario.

Lo dicho, es una treta mía con la cual me he ganado muy buenos cuartillos de cerveza allá en las ferias de Hanson, repuso Tristán levantándose y sonriendo satisfecho. La flecha ha caído á ciento treinta pasos más allá de la quinta pica, dijeron varios arqueros y soldados. ¡Seiscientos treinta pasos!

Mi padre trijo de porte cuatro duros y dimpués dos pesetas, y too lo vamos á escachizar esta noche.... ¿Me guardas una tejá de guisao y te doy un piazo de basallón? ¡No te untes!... Y no tienes un hermano estudiante que venga esta tarde de vacantes, y yo . Pero tengo un novillo muy majo y una vaca jeda que da seis cuartillos de leche.... ¡Tenemos pa esta noche más de ello!...

No satisfecho aun el Conde Duque, llevó su esplendidez hasta ordenar que se le hiciese un regalo que consistió en lo siguiente: 4 arrobas de higos de Córdoba. 24 barriles de conservas á 4 libras cada uno. 1 docena de barrilillos de agua de ángeles de á 3 cuartillos y medio cada uno.

Aquella noche, en efecto, le ayudamos, y otro día conciértase con nosotros por tres cuartillos de cada representación á cada uno. Y dame con esto un papel que estudié en una comedia de La resurrección de Lázaro, y á Solano dale el Santo resucitado.

-Ellos -respondió Sancho- son tres mil y trecientos y tantos; de ellos me he dado hasta cinco: quedan los demás; entren entre los tantos estos cinco, y vengamos a los tres mil y trecientos, que a cuartillo cada uno, que no llevaré menos si todo el mundo me lo mandase, montan tres mil y trecientos cuartillos, que son los tres mil, mil y quinientos medios reales, que hacen setecientos y cincuenta reales; y los trecientos hacen ciento y cincuenta medios reales, que vienen a hacer setenta y cinco reales, que, juntándose a los setecientos y cincuenta, son por todos ochocientos y veinte y cinco reales.

Seguro estoy que en esta parroquia no hay uno que no me envidie á Clavel... Iba á proseguir en su monólogo venturoso, pero en aquel instante entraron en la taberna Joyana y Plutón y sin dar siquiera las buenas noches pidieron dos cuartillos de aguardiente. Martinán se apresuró á servir por mismo á los mejores parroquianos que tenía.

Usted tiene dos cuartillos de ginebra entre pecho y espalda y yo otros dos... o algo más añadió haciendo un número prodigioso de guiños. ¡No es eso, señor barón, no es eso! ¡Entendámonos de una vez, porra! Aquí ya no hay barones ni frailes exclamó el noble en un arrebato de buen humor alzándose de la silla.