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El gobierno daba la legua á quinientos pesos, y el peso de entonces sólo valía unos centavos. Además, concedía varios años de plazo para el pago, y hasta insertaba en el diario oficial el nombre del comprador, declarándolo benemérito de la patria.

Á la buena mujer se le va la burra entre tanta maraña, mientras el tío Juan no quita los ojos de la pareja. El comprador mira al perito como si quisiera leer en su fisonomía la opinión que va formando; el vendedor atusa el pelo á los novillos, y los intrusos los ponderan cuanto les es permitido, con objeto, evidentemente, de contribuir á que se cierre el trato y no se pierda la robla.

Convinieron el precio y firmaron un documento. Pero el comprador no compraba por su cuenta, sino por cuenta de un señor a quien, quince días antes, le había oído decir que quería brea. Y este señor resultó ser precisamente mi amigo, el cual, siendo vendedor de propio, no pudo robarse gran cosa y sólo perdió la comisión.

El gobernado se convirtió en comprador, y el Estado en razón social mercantil.

Una combinación de luz y sombra a que la imaginación presta sus formas preconcebidas, un gato negro, un perro desconocido que se presenta de improviso en procura de restos de comida, un buho en excursión alimenticia, el espanto de un caballo, las luces y los ruidos sin causa conocida, todo era imputado a la peligrosa presencia del cazador furtivo de almas desprevenidas, y comprador generoso de almas en apuros, listo a concurrir donde lo llamasen o lo nombrasen, y cerrar trato sin regatear precio, asustando en sus momentos de buen humor a las buenas gentes, disfrazado de "viuda", como hace pocos años en el Rosario, o de "chancho", como en los suburbios de Buenos Aires, donde dio origen a la conocida milonga: "Corre que te corre el chancho", etc.

Es la memoria como una feria donde están expuestas mercancías de todos géneros, unas buenas, otras malas; unas enteras, otras podridas; pero el juicio es el comprador, que escoge solamente las que merecen estimacion, y hace de ellas el uso que corresponde, y desecha las demas. Es verdad que si no hay abundancia y riqueza, poco tendrá que escoger.

Por todos lados se oía decir: Nadie, ¡bah, no habrá nadie! Pero el señor Gibert, el abogado que se había sentado en primera fila, y que hasta entonces no había dado señales de vida, levantose tranquilamente y dijo: «Tengo comprador para los cuatro lotes juntos en dos millones doscientos mil francos.» ¡Esto fue como un rayo! Un inmenso clamor seguido de un gran silencio.

Figuraba en todas las almonedas como comprador de fuerza, y si algún corredor le proponía la adquisición de alhajas antiguas o muebles raros siempre, se entiende, con considerable ventaja , aceptaba sin vacilación, pues no era dinero lo que faltaba en el enorme secrétaire del siglo pasado, que ocupaba todo un paño de su alcoba, mostrando el menudo mosaico de sus tres filas de cajoncitos.

Mientras ella despachaba sellos y cigarros, su tía permanecía junto al mostrador, en invierno haciendo calceta con el gato en la falda y puestos los pies en la tarima del brasero; en verano dormitando o abanicándose, y en todo tiempo celosa de que ningún comprador sostuviera conversación larga o palique peligroso con la chica, que ya exigía aquella vigilancia, porque según se iba desarrollando, aumentaba el número de los que la echaban chicoleos y flores, no siempre de aroma muy puro.

Sólo tenía que esperar yo cuatro años, y entonces me daría lo que desease. ¡Esperar en un país donde mueren de una manera trágica cuatro presidentes en sólo diez años!... No; prefería que me diesen inmediatamente el modesto cargo de comprador en Nueva York.