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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Con esta precaución respondo de que encontrará muy pronto á tío Juan de la Llosa y compañeros de robla, al mayorazgo Seturas y convecinos, y á cuantos personajes de su estofa he tenido el honor de presentarle. Pero es preciso que no tarde mucho en emprender la expedición.
Más serenos y apacibles, menos trágicos y apasionados son los cuadros rurales, en cuya riquísima serie descuellan dos verdaderas novelas primorosas y acabadas, aunque de cortas dimensiones: Suum cuique y Blasones y talegas. Entre los más breves no se sabe cuál escoger, porque todo es oro acendrado y de ley: yo pongo delante de todos La Robla, El día 4 de octubre y Al amor de los tizones.
Todo esto es verdad, y, sin embargo, estimando a Pedro Sánchez más que nadie, no acabo de convencerme de que Pereda y yo nos equivocásemos tan de medio a medio; y sea montañesismo, sean recuerdos infantiles, vuelvo siempre con amor los ojos hacia el poeta de La Robla y de La Leva, y por más esfuerzos que hago, no puedo simpatizar con Matica y sus amigos, ni con el señor de Valenzuela, como simpatizo con don Silvestre Seturas o con don Robustiano Tres-Solares.
No hay, pues, título de propiedad que valga, si falta la fe de bautismo, el fiat del tabernero más próximo, LA ROBLA , para decirlo de una vez. El origen de esta ceremonia no consta en las crónicas montañesas, porque se pierde en la antigüedad de la afición de los montañeses al acre mosto riojano .
Autorizado competente uno de los testigos del ajuste, marcha á buscar al punto más inmediato dos azumbres de vino tinto para mojar el trato, es decir, para hechar la robla; y mientras vuelve, el comprador se sienta en el suelo, saca un pesado bulto del bolsillo interior de su chaqueta, y comienza á desliarle capa á capa, como si fuera una cebolla.
El otro, más joven y de mejor traza que éste, que pasea alrededor de los novillos examinándolos con gran atención, es el comprador: llámanle Ogenio Berezo, y es de las inmediaciones. De los que forman el círculo, los cuatro son meros curiosos que, á título de conocidos de los primeros, se han aproximado al olor de la robla.
Allí va á haber robla. El que está apoyado sobre sus engalanadas cabezas, hombre que tiene la suya algo más sucia, calzones de manga corta, con un tirante sólo, chaqueta al hombro y sombrero de copa alta, más que medianamente apabullado, es el dueño de la pareja, y conocido y honrado en su pueblo por el nombre de Antón Perales.
Á la buena mujer se le va la burra entre tanta maraña, mientras el tío Juan no quita los ojos de la pareja. El comprador mira al perito como si quisiera leer en su fisonomía la opinión que va formando; el vendedor atusa el pelo á los novillos, y los intrusos los ponderan cuanto les es permitido, con objeto, evidentemente, de contribuir á que se cierre el trato y no se pierda la robla.
Pero los bebedores se han metido en la taberna y han atado la pareja á un poste del portal, indicios todos de que sólo Dios sabe á que hora concluirá aquello y bajo qué techo dormirán nuestros conocidos la robla de los novillos.
Tras ella va siempre la robla. Luego vamos á una feria. El lugar de ella queda á elección del lector, pues, gracias á Dios, abundan aquí como los helechos. Abran ustedes un calendario, y donde topen con su santo, cátense una feria. En este dichoso país, el día que no es de fiesta tiene mercado; de los restantes del año, los unos marcan feria, y los otros romería.
Palabra del Dia
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