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Actualizado: 5 de junio de 2025
Tiene las prendas con que se cubre, destrozadas y llenas de remiendos, la gorra reluciente de mugre, las manos guarnecidas por escamas de roña, los ojos legañosos y el bigote quemado de apurar colillas; todo él es seboso y hediondo. Sus compañeros le llaman Pachín el Guarro.
A veces la tromba os coge en la rada. En 1698, hallándose el capitán Langford en el puerto, y bien anclado, vió llegar la tromba y al momento se hizo á la vela, poniéndose bajo el amparo del mar. Las otras naves se quedaron creyendo obrar más prudentemente y fueron destrozadas. En Madrás y en la Barbada hácense señales para avisar á los buques fondeados.
Luisa corrió a la puerta, gritando: «¡Es él, es él!» Y casi al mismo tiempo, una mano agitada buscaba el pestillo; abriose la puerta y apareció en el umbral un soldado, pero un soldado tan flaco, tan moreno y escuálido, con un capote gris con botones de estaño tan viejo y raído, con unas altas polainas tan destrozadas, que todos los allí presentes quedáronse, al verle, sobrecogidos.
En cuanto a las botas color limón, con su alta fila de botones, nada podían sacar de ellas; estaban tan destrozadas como las ilusiones de la infeliz pareja.
Y en su fuga había mirado al Sur, como todos los que navegaban en aquella cáscara de acero, presintiendo más allá del círculo oceánico renovado diariamente una tierra remozadora de existencias, donde las vidas destrozadas se contraían virginalmente lo mismo que capullos para empezar el curso de una nueva evolución. La esperanza le había rozado también con su aleteo ilusorio.
Viéronse notables hechos en armas porque iguales en valor aunque desiguales en número, combatian. El teatro de esta tragedia era un llano, que por espacio de dos leguas se estendia á las faldas del Hemo. La caballería, destrozadas las armas, muertos los caballos, las espadas y mazas rotas, con las manos, con los cuerpos, se sustentaban en la pelea.
Donde quiera esas ondas están destrozadas ó separadas por grandes grietas de insondable profundidad, en cuyo seno surgen y se deslizan ó saltan como surtidores mil filtraciones, cascaditas y arroyuelos caprichosos, cuyas aguas purísimas van á perderse en recónditas cavidades donde se elabora un rio, el Aveiron, compuesto de innumerables é invisibles torrentes.
De luces coronada La sombra de los fuertes, En túmulos inertes Relucirá animada, Cual la vision fantástica Del Cristo Salvador. Las fúlgidas espadas, Las bélicas banderas, Trotones y cimeras, Y lanzas destrozadas, Cual súbito relámpago Fulmíneas brillarán. Se elevarán ardientes Atléticas legiones Al pié de sus pendones, Cuando el Omnipotente Les diga como á Lázaro: «Del polvo levantad.»
Vió el joven los cuerpos de dos mastines muertos sin duda recientemente, pues tenían sus cabezas destrozadas sobre un charco de sangre. Siguió avanzando, y á pocos pasos de la casa encontró á un hombre tendido en mitad del camino. También estaba muerto. Era un peón de Rojas, un mestizo al que creía haber visto algunas veces, á pesar de que su rostro estaba ahora destrozado á balazos.
Era interesante el contraste de los objetos que componian el cuadro. El Aar estaba muy crecido y, saliendo de madre, habia inundado con sus ondas grises muchas porciones del valle, arrastrando chozas y cercas destrozadas, montones de piezas de madera, árboles enteros y algunos animales.
Palabra del Dia
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