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Visto que nuestra armada era rota y desbaratada y que toda la gente de las galeras que habían encallado, y las que habían venido á la vuelta del castillo, se echaban á la mar é venían nadando, quién con barril, quién con pavés y quién á fuerza de brazos, y que cada uno se daba priesa á tomar tierra á lo menos cerca, creyendo que los moros que parescían en la marina, que no eran pocos, eran amigos; pero como vieron el armada turquesca victoriosa, y que para disculparse de lo que habían jurado pocos días había, que era vasallaje y fedelidad á V. M., era bien poner las manos en los cristianos, lo comenzaron á hacer de manera que fué menester que el Duque me mandase que fuese con gente á socorrer á los que venían á salvarse á tierra.

Las amorosas expansiones de los prisioneros del Terror, cuando esperaban de un momento á otro ser conducidos á la guillotina, revivieron en su memoria. ¡Apuremos de un trago la vida, ya que hemos de morir!... El estudio de la rue de la Pompe iba á presenciar las mismas fiestas locas y desesperadas que un barco encallado con provisiones abundantes.

Los remos se hundían y se levantaban rítmicamente; a veces los remeros daban una pasada para atrás, con el objeto de no avanzar, sin duda esquivando alguna roca. Olas como montes y nubes de espuma ocultaban, durante algún tiempo, a aquellos valientes. En la cubierta del barco encallado, dos hombres y una mujer accionaban y gritaban. El viento nos trajo sus voces.

Del ténder y de la locomotora, que iban delante de llenos de gente, no se veía ya nada, sino humo, polvo, fuego; agua que corría de la caldera; las ruedas vueltas hacia arriba; las peñas saltando al empuje de la máquina, que aun quería andar después de haber encallado en ellas; algún hombre que se levantaba ensangrentado de debajo de aquellas destrozadas moles, dando alaridos; y nuestro vagón, al cual le tocaba volcar en seguida, y al que le faltaba poco para acabar de dar la vuelta ó para saltar en astillas.....

El primero fué por la mañana, quedando encallado en unos arenales, y entró tan profundamente la quilla, que muy trabajosamente, con el ayuda de las otras embarcaciones, se pudo desencallar y sacar fuera de la arena. En este lance suplicamos con grande afecto á la Santísima Virgen, y con su favor, cuando creíamos entrase el agua por muchas partes, se halló que no había padecido nada.

La patrona de Sicilia y otras dos galeras de las de aquel reino se perdieron muy ruinmente por desampararlas, así los capitanes dellas, como los de infantería que iban allí con sus soldados, aun encallado tan cerca del fuerte que no podían llegar á ellas sino con esquifes, porque la artillería dél hacía estar á largo las galeotas de los turcos que las habían seguido.

En efecto; la estiba del junco estaba llena de agua, la cual unas veces se inclinaba a babor y otras a estribor, con sordos y pavorosos mugidos, rompiéndose su obscura masa contra los puntales y contra los pies de los palos mayor y trinquete. ¿Cómo había entrado aquella agua? ¿Se había abierto una vía por la mala construcción del buque o durante el tiempo que estuvo encallado?

Detúvose bruscamente la piragua. Al parecer había encallado, pues se vió a los piratas correr de proa a popa, observar la corriente, y lanzar después furiosos gritos. Han encallado dijo el Capitán. Pero la marea está subiendo y quizás logren ponerse a flote dentro de un rato observó Van-Horn. ¿Rompemos el fuego? preguntó Cornelio . Si saben que llevamos armas, quizás desistan de atacarnos.

Aquí se había perdido un trasatlántico italiano que iba á Buenos Aires... más allá un velero de cuatro palos había encallado, perdiendo su cargamento... El sabía por centímetros el agua que podía quedar entre los peñascos traidores y la quilla de su buque. Buscó con predilección los fondos más inquietantes.

Muchos opinaron que algún navío español o inglés había encallado allí, y que las hogueras que veíamos eran encendidas por la tripulación náufraga. Nuestra ansiedad crecía por momentos; y respecto a , debo decir que me creí cercano a un fin desastroso. Ni ponía atención a lo que a bordo pasaba, ni en la turbación de mi espíritu podía ocuparme más que de la muerte, que juzgaba inevitable.