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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Tenia mas juicio este piloto que el nuestro en el gobierno de su nave, como despues declaró el suceso; y sin embargo continuó el nuestro su viage, dejándole allí. Naufraga nuestro navio, salen algunos á tierra en San Gabriel, y de allí van á Buenos Aires y á la Asumpcion.

Capaces de derrochar una fortuna; la una por mantener lo que llama su «rango», y el otro por meterse entre gentes que de seguro se burlan de él.... Esto no puede seguir así.... Vamos a ver grandes cosas, y... ¡ay! me dice el corazón que mi tienda, mi pobrecita tienda, naufraga en esta borrasca, y yo me muero.

No; lo humano es alargarle una mano o echarle un palo para que se agarre... esta es la cosa. , señor indicó Fortunata agradecida , porque yo soy náu... Iba a decir náufraga; pero temiendo no pronunciar bien palabra tan difícil, la guardó para otra ocasión, diciendo para : «No metamos la pata sin necesidad».

Consecuencia, derivación ó remate de esta trilogía dolorosa, son «Los malos pastores», obra sombría donde todo naufraga, porque de todo triunfan la injusticia, la desesperación y la muerte, como en el drama de Bjornson, «Más allá de las fuerzas».

Las doncellas ricas que despiertan a la vida entre muebles lujosos y en casas suntuosas, conocen las sirtes donde naufraga la virtud por la torpe murmuración de las visitas y el grosero lenguaje de ayas y criadas; pero lo inmoral y pecaminoso llega a su entendimiento desfigurado, incompleto y hasta poetizado con cierto aroma de encanto prohibido que acrecienta el peligro.

¡Y en la misma hora que dejaba el mundo Dama María!... El marinero con la carta llegó después.... Don Galán bajó conmigo a franquealle la puerta. ¿Vosotros vinisteis con Don Juan Manuel? Nosotros vinimos por tierra. ¡Ay, cuidé de no llegar! El señor mi amo, embarcó solo en la barca que luego fué náufraga. ¡Qué desgracia tan grande!

De esta clase es El sol de la fe en Marsella, de Reinoso, comedia cuyo objeto no parece ser otro, en las dos partes de que consta, que reunir en ella todas las extravagancias, vistas hasta entonces en las comedias religiosas: la Magdalena naufraga en las costas de Francia, llega á tierra por las olas con los pies secos, poco después aparece en el cielo entre los ángeles, en seguida otra vez en la tierra para convertir á los gentiles; luego, á su mando, se arruina un templo de Apolo y se levantan por mismas las columnas derribadas, y todo esto grosero y tosco, expuesto sin traza alguna, exornado por la fantasía con un lenguaje rebosando en todas las faltas del gongorismo, en una palabra, como si fuese la obra de un verdadero insensato.

Gran cosa es ver do se naufraga, irse á pique en plena luz, con conocimiento del sitio, de las circunstancias y de los recursos de que se puede echar mano. «¡Dios todopoderoso! ¡Si es nuestro destino perecer, que á lo menos perezcamos de día

Muchos opinaron que algún navío español o inglés había encallado allí, y que las hogueras que veíamos eran encendidas por la tripulación náufraga. Nuestra ansiedad crecía por momentos; y respecto a , debo decir que me creí cercano a un fin desastroso. Ni ponía atención a lo que a bordo pasaba, ni en la turbación de mi espíritu podía ocuparme más que de la muerte, que juzgaba inevitable.

Palabra del Dia

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