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Vivían en un cuarto piso de la vía Pasarella, estrecha, sombría y de altas paredes, como las calles de la vieja Alcira; un callejón habitado por editores de música, agencias teatrales y artistas retirados.

Lo mismo que el arroyo del valle y los grandes ríos del llano, el pequeño barranco tiene sus orillas sombreadas por árboles. El álamo blanco se levanta al lado del haya y el abedul; las hojas finamente cortadas del fresno, aparecen por entre dos altos olmos con su ramaje como arreglado por la mano del hombre; el tronco blanco del abedul resalta al lado de la rugosa y sombría corteza de la encina.

Ahí los sexos se confunden, y entre las 30 ó 40 personas que yacen en el fondo de la cloaca sombría, suceden cosas que solo el ojo impasible de Dios puede mirar sin estremecimiento, y que no tienen nombre en el vocabulario de la civilización.... Pero esas gentes que viven en los pisos altos ¿cómo pueden habitar tan espantosa madriguera? le dije á mi interlocutor.

Marenval miró á la joven con enternecimiento. , ya , María, que usted no ha transigido y ha desterrado de su corazón á todos los que no hicieron causa común con usted en aquellas terribles circunstancias. Anoche hablé con un hombre que amaba á usted tiernamente y al que usted alejó sin piedad... La fisonomía de la señorita de Freneuse se puso sombría.

La casa, un poco sombría por el abandono del conde, el humor tétrico de la tía Etelvina y el carácter débil de Isabel, había cambiado notablemente de aspecto. Estaba ahora riente, sonora, gozosa, merced al ambiente de franqueza y alegría que mi adorada esparcía en torno suyo. El conde paraba más tiempo en casa.

Compró en Inglaterra un número considerable de trastos viejos, platos, tapices, y adornó la casa con ellos: además, con permiso de su padre, todos los veranos daba una vueltecita por las provincias y regresaba abundantemente provisto de objetos antiguos. La casa de esta suerte llegó pronto a parecer un museo arqueológico: era cada vez más sombría y más triste.

Don José iba a El Escorial los domingos en el tren de recreo cuando Melchor quedaba en Madrid. ¡Qué feliz aquel día! ¡Diez horas con Isidora y con Riquín! Algo enturbiaba su dicha el notar en su ahijada una tristeza sombría y como enfermiza. Si hablaba de Melchor lo hacía en los términos más desfavorables para el aprovechado joven. ¡Y qué ardientes deseos tenía de volver a Madrid!

Cuando subió a la cubierta era muy tarde. Muchos esperaban el toque de mediodía para entrar en el comedor. Adivinó Fernando en las miradas de algunos y en el secreto de ciertas conversaciones que un suceso extraordinario había ocurrido en el buque. Vio venir hacia él a Maltrana con la majestad sombría de un hombre cargado de secretos.

¿De qué manera pretendéis libertarme de éste que yo llamo mi sacrificio? dijo con acento singular doña Clara. ¿De qué manera? ¿De qué manera decís? exclamó el joven, con la mirada extraviada y la voz sombría . ¡Muriendo! ¡Dejándoos viuda! ¡Dios mío! exclamó doña Clara, levantándose de una manera violenta y asiendo una mano de don Juan . ¿Qué habláis de morir?

Arturo Dimmesdale la miró un instante con toda aquella violenta pasión que, entrelazada de más de un modo á sus otras cualidades más elevadas, puras y serenas, era en realidad la parte á que dirigía sus ataques el enemigo del género humano, y por medio de la cual trataba de ganar todo el resto. Nunca hubo en su rostro una expresión de cólera tan sombría y feroz como la que entonces vió Ester.