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Actualizado: 3 de julio de 2025
EUMORFO. Porque mostrándote ahora tontísimo con toda tu filosofía, debiste de ser tonto en tu vida precientífica: tonto de nacimiento. PROCLO. ¿Y qué prueba he dado yo de esa tontería superlativa de que me acusas? EUMORFO. La prueba es tu amor sublime por Asclepigenia. PROCLO. ¿Qué sabes tú de eso? EUMORFO. Conozco a Asclepigenia muy a fondo. PROCLO. Te alucinas.
Así es que don Braulio, o cualquiera otro, podría tener más de los 20 grados de entendimiento que, en su sentir, eran necesarios o convenientes para lo práctico; pero cuando este plus, cuando esta sobra intelectual no se manifiesta en nada, sino en echar a perder el entendimiento que está en uso, no hay razón para quejarse de que el mundo no aplauda ni se pasme de lo invisible y recóndito que no puede sondear, ni penetrar, ni desentrañar. ¿Quién sabe si el amor propio engaña y hace creer a muchos que poseen ese entendimiento excesivo y superfluo, y tal vez no poseen sino una dosis superlativa de fatuidad?
En la fisonomía de Adolfo se pintaban el pasmo, la duda, el susto, la risa... mientras decía incoherentemente: O es una broma de Ignacio... O Coca me ha engañado... O es una superlativa coincidencia... Laura y Coca preguntaban de nuevo: ¿Qué?... ¿Cuál?...
Don Fadrique se burlaba de la seriedad vulgar é inmotivada, en virtud de una seriedad exquisita y superlativa; por lo cual era jocoso. Conviene advertir, no obstante, que la jocosidad de D. Fadrique rara vez tocaba en la insolencia ó en la crueldad, ni se ensañaba en daño del prójimo. Sus burlas eran benévolas y urbanas, y tenían á menudo cierto barniz de dulce melancolía.
En efecto, el mate llegó en manos del «ñato», muchacho de quince años, poseedor de una «superlativa» nariz ciranesca, que dio motivo a Lorenzo para romper el silencio de estupor que siguió a la deslumbrante aparición de la Pampita. Creo que estoy, señorita, en la chacra de los contrastes.
Palabra del Dia
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