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Actualizado: 13 de junio de 2025


¡, yo también nací y viví en Arcadia! También supe lo que era caminar en la santa inocencia del corazón entre arboledas umbrías, bañarme en los arroyos cristalinos, hollar con mis pies una alfombra siempre verde.

Habiéndose adelantado el clero á traer á la tierra lo sobrenatural, no temieron los legos representar, empleando las imágenes y las palabras y sin miedo á profanaciones vituperables, los augustos misterios de la fe; vasto campo se abría por este camino al arte y á la poesía española, que podía hollar confiada, al contrario de lo que sucedía en otras naciones, que sólo podían recorrerlo con timidez, no revistiendo el culto de formas extrañas tan perceptibles.

19 He aquí os doy potestad de hollar sobre serpientes y sobre escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. 20 Mas no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Ya llegan a la alta cumbre, ya ven azular los mares, ya ven mecerse las velas, ya piensan hollar la nave. Mira, mira, dice el moro; mira, mi amada, cuál salen inquiriendo nuestras huellas los jinetes del algarbe. No temas, ella responde; no temas, mi bien, mi Zaide, que un encanto aquí me asiste que presto a los dos nos salve.

Con las disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años de un sistema semejante hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de los caballos de Facundo vinieron luego a hollar estos retoños vigorosos de la civilización, y el fraile Aldao hizo pasar el arado y sembrar de sangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!

Y, hasta en sus pequeñeces, No puede la soberbia planta humana Hollar con altiveces La raiz soberana, Que en la cúspide siempre se coloca De acantilada roca, Por cortantes aristas defendida... Y es necesario despreciar la vida Para llegar al pie de la meseta Donde marca la flor dificil meta... Pináculo oriental de lo sublime Al que el astro solar su beso imprime.

La Jóven Doncella: llamado así porque hasta 1811 nadie habla podido escalarlo y hollar sus blanquísimas nieves. Pasamos el ruidoso riachuelo y comenzamos a subir lentamente, por encima de la márgen derecha del Lütschina negro, la cuesta que conduce al alto vallecito objeto de nuestra excursion. Confieso que jamas en mi vida habia experimentado tan suprema felicidad como en aquellos momentos.

La entrada era cosa ardua: no entraba cualquiera: era necesario ser crema batida de la mejor burguesía social y política para hollar las mullidas alfombras del gran salón o sentarse a jugar un partido de whist en el clásico salón de los retratos que ocupa el frente de la calle Victoria.

»Mi padre andaba aquella noche ciegamente empeñado en sus caballerías senatoriales; y con harto sentimiento mío, no recibí los alientos de su aplauso en aquella mi primera salida a correr las aventuras por las encrucijadas del gran mundo. »Recuerdo también la impresión que recibí al hollar por primera vez, y con pie inseguro, la espesa alfombra del salón de la fiesta.

Julián, que sufría la inquietud, el hormigueo en la planta de los pies que nos causa la sensación de hollar algo blando, algo viviente, o que por lo menos estuvo dotado de sensibilidad y vida, experimentó de pronto gran turbación: una de las cruces, más alta que las demás, tenía escrito en letras blancas un nombre.

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