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Y el brick, sintiendo la fuerza de la brisa, se puso en marcha; sus amplias velas grises se hincharon poco a poco, el viento circuló silbando entre las cuerdas; ya Pempoul, la costa de Treguier, la isla Santa-Ana-Ros-Istam y la torre Blanca, se borraban poco a poco, huían a los ojos de los marineros, que, agrupados en los obenques y en las gavias, con la mirada fija sobre la tierra, parecían saludar a Francia en una última y larga despedida.

Eran las encapilladuras de lo más sencillo y tesábanse los obenques con bigotes y acolladores. El modelo del Museo naval y las esculturas de la iglesia de Burgos ofrecen enseñanza de estos particulares así como de todos los de arboladura, aparejo y maniobra de modo que no es necesario discurrirlos.

Y todos los tripulantes, al menos los que estaban en estado de servirse de piernas y de ojos, se agruparon en las cofas y en los obenques. El segundo cohete había partido del San Pablo y el fuego comenzaba a desarrollarse...

La mayor parte de las velas, á pesar de ir perfectamente aferradas, se rifaron; el viento producía entre jarcias y obenques sonidos metálicos imposibles de imitar y los mares engrosaban más y más destruyendo la obra muerta. La María Rosario no gobernaba. La caña de su timón era impotente. ¡El barómetro marcó 29,16! ¡¡¡Cerca de una pulgada de descenso!!! El vórtice debía estar próximo á las muras.

Cómo estaban encapilladas estas jarcias y si se empleaban bigotas y acolladores para tesar la obencadura. Si las tablas de jarcia llevaban flechastes y si los obenques llevaban sotrozos y jaretas para su estrangulación cerca de la encapilladura. Si los palos llevaban cacholas y baos y crucetas ó cómo estaba dispuesta esta parte de la arboladura.

Nada más grandioso que la arboladura, aquellos mástiles gigantescos, lanzados hacia el cielo, como un reto a la tempestad. Parecía que el viento no había de tener fuerza para impulsar sus enormes gavias. La vista se mareaba y se perdía contemplando la inmensa madeja que formaban en la arboladura los obenques, estáis, brazas, burdas, amantillos y drizas que servían para sostener y mover el velamen.

Al ver la maniobra de nuestro buque, pude observar que gran parte de la tripulación no tenía toda aquella desenvoltura propia de los marineros, familiarizados como Marcial con la guerra y con la tempestad. Entre los soldados vi algunos que sentían el malestar del mareo, y se agarraban a los obenques para no caer.

El gitano estaba tan acostumbrado a semejantes escollos, que se aventuró sin temor por aquel pasaje, y después de haber navegado con una destreza maravillosa, hizo cargar todas las velas y desarbolar largando los obenques, que no estaban establecidos sobre un sitio fijo, sino sobre las garruchas; de modo que al cabo de algunos minutos la tartana, que tenía muy poco calado, había quedado lisa como un pontón y enteramente oculta por las rocas que disimulaban el canal por la parte del mar.

Todas estas velas están guarnecidas á la manera con que antiguamente se manejaban, lo mismo que los mástiles y entenas ó vergas. Entre los primeros se asegura el mayor con ocho obenques por banda, dos coronas y brandales y dos estais, mayor y de galope.

Una ligera brisa del Sudeste hinchó las velas, murmurando triste entre jarcias y obenques, y compactos y plomizos celajes aparecieron por los horizontes de la aurora, trayendo en su seno la inmensa mortaja que bien pronto cubriría todo el espacio, abriendo una hoja en la historia del ayer, y borrando una página en el libro del mañana.