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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Los dos hombres, dejándome a atado y con la boca tapada, cogieron cada uno un remo y, apalancando en las paredes y remando, llevaron el barco hasta las puntas. Ya allí, tiraron de las cuerdas para izar las velas, chirriaron las garruchas, y dos formas obscuras aparecieron en la obscuridad de la noche.

Para nosotros las inclemencias del cielo son oreos, refrigerio las nieves, baños la lluvia, músicas los truenos y hachas los relámpagos; para nosotros son los duros terreros colchones de blandas plumas; el cuero curtido de nuestros cuerpos nos sirve de arnés impenetrable que nos defiende; a nuestra ligereza no la impiden grillos, ni la detienen barrancos, ni la contrastan paredes; a nuestro ánimo no le tuercen cordeles, ni le menoscaban garruchas, ni le ahogan tocas, ni le doman potros.

El gitano estaba tan acostumbrado a semejantes escollos, que se aventuró sin temor por aquel pasaje, y después de haber navegado con una destreza maravillosa, hizo cargar todas las velas y desarbolar largando los obenques, que no estaban establecidos sobre un sitio fijo, sino sobre las garruchas; de modo que al cabo de algunos minutos la tartana, que tenía muy poco calado, había quedado lisa como un pontón y enteramente oculta por las rocas que disimulaban el canal por la parte del mar.

Los marineros retiraron los remos. Las garruchas de las dos velas comenzaron a chirriar, los anillos corrieron por las cuerdas y una obscura forma se levantó en el aire, encima de . No se movía ni una ráfaga de viento. La noche estaba tranquila y húmeda. A lo lejos brillaba con intermitencias la luz roja del Cabo Higuer.

De las tres ventanas se divisan igualmente tiendas de especieros, de fabricantes de garruchas, vendedores de bebidas malas, y de velas para embarcaciones. Delante de las puertas de dichas tiendas generalmente se ven grupos de viejos marineros y de otros frecuentadores de los muelles, personajes comunes á todos los puertos de mar, charlando, riendo y fumando.

Encima de mi cabeza la vela se agitaba furiosa, como loca; las garruchas chirriaban, el mar se cortaba debajo de la punta aguda de lespolón, y cuchicheaba y parecía entretenerse en contar algo. A veces, la ola entraba sobre cubierta y me calaba por completo.

El compadre les esperaba en la barca preparando la vela. La flotilla removíase en la oscuridad, agitando su empalizada de mástiles. Corrían sobre ella las negras siluetas de los tripulantes, rasgaba el silencio el ruido de los palos cayendo sobre cubierta, el chirriar de las garruchas y las cuerdas, y las velas desplegábanse en la oscuridad como enormes sábanas.

Lu-Hang y Cornelio bajarán en ella y tratarán de mantenerla separada del buque. ¡Ayudadme, amigos! Reunieron sus fuerzas y arrastraron la chalupa hasta la popa, atando después a las anillas las cadenas de la grúa. ¡A la chalupa! gritó Horn. El joven chino y Cornelio embarcaron, y la chalupa fué botada al mar, dejando correr las cadenas por sus garruchas.

Palabra del Dia

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