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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Nuestros antropólogos se enteraron en seguida de que se celebraba la fiesta de la santa patrona del pueblo, y no les pesó de llegar a este tiempo, porque el estudio concienzudo del instinto religioso en el animal humano les preocupaba hacía tiempo, sobre todo a Moreno.

D. Julian de Leiva, Síndico Procurador general; se enteraron de una representacion que han hecho á este Exmo. Cabildo un considerable número de vecinos, los Comandantes y varios oficiales de los cuerpos voluntarios de esta capital, por si y á nombre del pueblo; en que, indicando haber llegado á entender que la voluntad de este resiste la Junta y Vocales que este Exmo.

La murmuracion y la envidia empezó á sentirse en palacio, y por consiguiente no duró mucho sin que se divulgase este acontecimiento, de tal manera, que con la mayor rapidez vino la noticia á España, y al momento se enteraron las personas reales. ¿Será posible esplicar lo que padeció Doña Juana al ser sabedora de esta noticia?

Durante algún tiempo, el Delfinito siguió en casa de Guillermina, donde estaba la nodriza, hasta que enteraron de todo a D. Baldomero, y se le pudo llevar a la casa patrimonial. Jacinta vivía consagrada a él en cuerpo y alma, y tenía la satisfacción de que todos en la casa le querían, incluso su padre.

Cuando ambas se enteraron de lo sucedido, olvidando el enojo, cumplieron piadosamente con las leyes de la hospitalidad. Hicieron volver de su desmayo a la víctima de la vaca, aplicando a sus narices vinagre muy fuerte; con el mismo vinagre aguado le pusieron compresas en el chichón y se lo vendaron con un pañuelo blanco, de suerte que doña Nicolasita parecía un Cupido.

Nuestro vagón se balanceaba sobre el abismo..... ¡Un paso más, y cae también! El siguiente estaba descarrilado; el otro sobre los rails, y el coche de primera tan perfectamente colocado sobre la vía, que las Autoridades y personas de edad que lo ocupaban, no se enteraron desde luego de nuestro peligro, sino que creyeron que nos habíamos parado.

Lo que siento es que las chicas... ¿Qué sucedió? Del comedor habíamos pasado al despacho. Las niñas vinieron vestidas, oyeron voces, se detuvieron junto a la puerta y se enteraron de todo. Como son mayorcitas se harán cargo. Quiá, se abrazaron a su madre... llorando. ¡Figúrate! ¡Tonto! Haberte venido aquí.

Cuando subió al carruaje le apretaron la mano con gran afecto y le enteraron de las condiciones del duelo; a veinticinco pasos avanzando y disparando cuando quisieran. Aquel negocio era bastante más grave que todos los demás en que habían intervenido. Gonzalo los escuchó tranquilamente. Sólo indicó que hubiera deseado que fuese a sable: tendría gusto en hallarse más cerca de su adversario.

Al día siguiente hizo averiguaciones para conocer con exactitud lo ocurrido; y los calaverillas de la Bolsa, que sabían lo de la riña, le enteraron con una exactitud cruel. Quien había aporreado a su hermano era Roberto del Campo. Los dos cenaron en un restaurant para conmemorar los buenos golpes que habían dado en la ruleta del Sportsman Club.

La noticia de este hecho, llevada por el viento de la novelería, penetró en los últimos y más apartados rincones de Madrid, en los palacios y en las covachas, y cuando ya todo el vecindario lo sabía, se enteraron del caso las monjas de los conventos, los enfermos de los hospitales y los presos de la cárcel. Las presas fueron las últimas en saber la ocurrencia.

Palabra del Dia

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