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Yo esperaba que seguiríamos hablando la lengua española cincuenta o sesenta millones de seres humanos; gran porvenir para nuestra literatura, por poco que dichos seres escriban y lean. Pero lo repito; el gozo en un pozo. Pocos días ha, recibí un librito impreso en Chartres, que contiene un poema titulado Nastasio, obra del vate argentino D. Francisco Soto y Calvo. El poema es muy original.

Por mi parte, bien lo sabes , seguiríamos lo mismo; pero mi mujer se ha enterado... anoche hemos tenido una bronca espantosa, pero espantosa, chica; no puedes figurarte cómo se puso. Se desmayó; tuvimos que llamar al médico. La más negra fue que mis papás se enteraron también del motivo, y... una chilla por aquí, otra por allá; mi padre furioso... entre todos me querían comer».

Si Virgilio nos hubiese dejado un arte de escribir la epopeya, ¿no la seguiríamos? ¿Y porque es de Lope la rechazamos? ¿Es acaso más fecundo el ingenio del uno, porque es del Lacio, que el del otro, por ser de España? Seguramente florece éste mucho más entre nosotros que Virgilio y Ovidio florecieron entre los romanos. Ingrata es la patria, que adora extraños, y priva á sus hijos del honor debido.

Descansamos dos dias en esta tierra salada, dudando el camino que seguiríamos; pero se eligió el derecho, y á los cuatro dias entramos en la provincia de los Carcokies: y el general, estando á cuatro leguas de su pueblo, envió 50 cristianos y 50 Cários, para que nos diesen alojamiento.

D.ª Carolina le llamó aparte un día, estando Carlota con su hermana fuera de casa, y le dijo: Me causa pena tener que hablarte de un asunto... No sólo me causa pena, sino que me repugna, puedes creerlo... Ya sabes que soy una infeliz mujer que represento poco o nada en la casa... Por , toda la vida seguiríamos lo mismo... Mi dicha consiste en veros a todos vosotros felices... Pero, hijo mío, donde hay patrón no manda marinero.

Por entonces seguiríamos dando vueltas alrededor del mundo como mulos vendados alrededor de una noria. Y cada vez gastábamos más y más el hilo de nuestras vidas. Enardecíame esta preocupación extraordinariamente. Por eso me sentía enflaquecer por minutos. Me palpé las manos, los brazos, el rostro, y sentí que no me quedaba carne y ni siquiera pellejo. Era yo un simple esqueleto andante.