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De pie, en el umbral del patio, un ciego se mantenía inmóvil, muerta la cara, mal afeitadas las barbas que le azuleaban las mejillas, lacio y en trova el grasiento pelo, tendiendo un sombrero abollado, donde llovían cuartos y mendrugos en abundancia.

No, si se arrima de esta banda, yo le diré cuántas son cinco. Y yo. Y yo. Así crecía la hostilidad y se amontonaban densas nubes sobre la cabeza de la apóstata, a quien por el color de su tez biliosa y de su lacio pelo, por lo sombrío y zaíno del mirar, llamaban Píntiga, nombre que dan en el país a cierta salamandra manchada de amarillo y negro.

Esto ha conmovido a toda la familia; por eso, cuando el viejo ha vuelto esta tarde, todos han salido a conocerle. Este viejo tiene la cara pálida, sin afeitar desde hace muchos días; su bigote cae lacio por las comisuras de la boca, y cuando sonríe muestra por los lados, en sus encías lisas, dos dientes puntiagudos que asoman por la pelambre del mostacho.

El joven que atravesó lentamente el patio y se acercó a la cancela mirándome fijamente no tenía nada de árabe, si bien se reparaba: flaco, largo, pálido, con una nariz ¡qué nariz, cielo santo! que merecía los honores de trompa, los ojos pequeños, el pelo lacio. Vestía decentemente, por lo que vine a entender que no era criado; pero traía los pantalones cinco dedos lo menos más cortos de lo justo.

Se le llevaron en burlesca procesión, él delante, aislado por su propio tizne, y ya con la dignidad tan por los suelos, que empezaba a dar jipíos; los chicos detrás haciendo una bulla infernal, y la tarasca aquella del moño lacio amenazándolos con endiñarles si no se quitaban de en medio. Desapareció la comparsa por una puerquísima y angosta escalera que del ángulo del corredor partía.

Un noble de traza innoble, joven aún pero bien estropeado; el pelo lacio, las mejillas hundidas, la nariz amoratada, la voz aguardentosa, los ojos levemente torcidos y aviesos. A Elena le produjo malísimo efecto aquel aristócrata que tenía todo el aspecto de un caballero de industria. Además hablaba con un cinismo repugnante bien lejano del culto e ingenioso de Núñez.

Por fin una mujer agitanada y con faldas de percal rameado, el talle muy bajo, un pañuelo caído por los hombros, el pelo lacio y la tez crasa y de color de terra-cotta, se pareció por allí de repente, y quiso dar una lección a las vecinas delante de las señoras, diciendo que ella tenía agua de sobra para despercudir y chovelar a aquel ángel.

Al seguir á don Juan de Guzmán y á la Dorotea, se encontró con el cocinero mayor del rey, que, pálido, lacio, mojado, á pesar del frío y de la lluvia, se dirigía en paso lento al palacio. Tras él venían dos hombres que traían harto mohínos un pesado bulto sobre dos palos, y cariacontecidos y atormentados detrás, dos soldados de la guardia española.

De la mezcla con elementos malayos y mongoloides proviene el que tengan la mayoría color algo claro y el pelo lacio, en lo que se diferencian de los de su misma raza en el resto del Archipiélago.

Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos. Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el profesor decía. Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo.