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Actualizado: 21 de julio de 2025
Nadie estiró la mano para recoger los imprezo, y él fue depositando suavemente en los regazos de las muchachas el alijo. El inglés tripudo observaba el reparto con su fulgurante monóculo. Oyes tú, Bárbara, ¿este no es el que puso la capilla en la cuadra? El mismo... es el que berrea allí por las tardes. ¿El que le dio los cuartos a la Píntiga? Sí, mujer. Y este, ¿no dice que fue cura?
Como yo me casé... vamos al caso, delante de la gente... y llevan los chiquillos de la mano, con la desvergüenza del mundo. ¡Anda, salero! ¿Y el arcebispo no los mete en la cárcel? ¡Si ellos son contra el arcebispo, y contra los canónigos, y contra el Papa de Roma de acá! ¡Y contra Dios, y los Santos, y la Virgen de la Guardia! Pero esa lavada de esa Píntiga... ¡malos perros la coman!
Para comprender lo grave de la noticia, basta oír la conversación de Guardiana con una vecina de mesa. ¿Tú no sabes, Guardia? La Píntiga se metió protestanta. ¿Y eso qué es? Una religión de allá de los inglis manglis. No sé por qué se consienten por acá esas religiones.
Yo tampoco, chicas intervenía la maestra. Saque allá, maestra, saque allá... Comerá uno brona toda la vida, gracias a Dios que la da, pero no andará en trapisondas. Y diga... ¿qué le hacen hacer los protestantes a la Píntiga? ¿Mil indecencias?
Púsose verde la Píntiga, y llevó la mano, sin saber lo que hacía, al cuchillo semicircular: pero de todos los rincones del taller se alzaron risas provocativas, y hubo de devorar el ultraje, so pena de ser despedazada por un millar de furiosas uñas. En mucho tiempo no se atrevió a volver a la Fábrica, donde la corrían. Primera hazaña de la Tribuna
No, si se arrima de esta banda, yo le diré cuántas son cinco. Y yo. Y yo. Así crecía la hostilidad y se amontonaban densas nubes sobre la cabeza de la apóstata, a quien por el color de su tez biliosa y de su lacio pelo, por lo sombrío y zaíno del mirar, llamaban Píntiga, nombre que dan en el país a cierta salamandra manchada de amarillo y negro.
Maldito sea quien trae por acá semejantes demoniuras. ¡Y la bribona de la Píntiga, mire usted! ¡Nunca me gustó su cara de intiricia!... Le dieron cuartos, mujer, le dieron cuartos: sí que tú piensas.... A mí... ¡más y que me diesen mil pesos duros en oro! Y soy una pobre, repobre, que sólo para tener bien vestiditos a mis pequeños me venían... ¡juy! ¡Condenar el alma por mil pesos!
Palabra del Dia
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