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Actualizado: 7 de junio de 2025


Madrid, Abril de 1909. Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio el cuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día. Cae la tarde; el amigo a quien esperas, no viene; la mujer querida está lejos, y aún no te llaman para comer.

De sus sabrosas burlas y sus veras El magno CORDOVES un cartapacio Disparó, y aterró quatro vanderas. Daba ya indicios de cansado y lacio El brio de la barbara canalla, Peleando mas flojo y mas despacio. Mas renovóse la fatal batalla Mezclandose los unos con los otros, Ni vale arnes, ni presta dura malla,

Cuatro paredes no muy altas, una cruz en el centro, una tejavana humilde a la derecha de la puerta, y en el lado de enfrente media docena de sauces llorones demarcando con sus troncos jorobados un pedacito de tierra, y rozando con las puntas de su lacio y desvaído ramaje el espeso tapiz de nieve que enrasaba toda la superficie del campo santo.

Poco a poco fue serenándose mi espíritu y acudió la alegría a mi corazón. Al cabo de media hora de estar allí, no me cabía duda alguna de que el asunto se arreglaría inmediatamente, en cuanto Gloria leyese la carta suasoria que Paca tenía ya metida en su seno lacio de mujer abrumada de hijos y trabajos. Comencé a hacerle preguntas acerca de su situación.

Casa-Vieja era blanco, de pelo castaño y lacio, de mirar displicente; no feo, pero muy marchito de cara, en la cual descollaba un gran bigote, desmayado también, y del color del escaso pelo de la cabeza. El cuerpo, bien conformado y correctísimamente vestido, por el modo de caer en la silla y el ritmo de todos sus movimientos, acusaba la propia dejadez reflejada en los ojos y en el gesto.

Si Virgilio nos hubiese dejado un arte de escribir la epopeya, ¿no la seguiríamos? ¿Y porque es de Lope la rechazamos? ¿Es acaso más fecundo el ingenio del uno, porque es del Lacio, que el del otro, por ser de España? Seguramente florece éste mucho más entre nosotros que Virgilio y Ovidio florecieron entre los romanos. Ingrata es la patria, que adora extraños, y priva á sus hijos del honor debido.

Bajo de estatura y de color, cara redonda con ojos pequeños y vivos de una expresión firme y aviesa que le hacía desde luego antipático; pelo negro y lacio que ofrecía al descubrirse una leve y prematura calva en la coronilla.

Pero habíase esponjado de nuevo el cuerpo lacio y consumido de don Manuel; se erguía en el sillón con más arrogancia y tenía el semblante más placentero y despejado. Se fué tranquilizando la buena gente de la casa y volvieron en ella las labores a su centro natural.

Luego, Roma, la terrestre Roma, para no morir bajo la superioridad de los navegantes semitas de Cartago, tenía que enseñar el manejo del remo y el combate en las olas á los labradores del Lacio, legionarios de mejillas endurecidas por las carrilleras del casco, que no sabían cómo mover sobre las tablas resbaladizas sus pies de hierro dominadores del mundo.

Contra ellos está escrito este libro, que, entre desconfiado y medroso, dejo pasar de mis manos a las tuyas. Recíbelo, no como novela que mueve a pensar, sino como juguete novelesco, contraveneno del tedio y engañifa de las horas. Madrid, 1891. A quien leyere Figúrate, lector, que vuelves a tu casa mohíno y aburrido, lacio el cuerpo, acibarado el ánimo por la desengañada labor del día.

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