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Vidasme de Chartres, portador de carta autógrafa en que hacía á la Reina Isabel recomendación expresiva en punto á lo que podía prometerse de las revelaciones del ex-Ministro, utilizadas las cuales en lo que conviniera á sus intereses, pedía le despachara para emplearlo él con utilidad de las dos coronas .

Yo esperaba que seguiríamos hablando la lengua española cincuenta o sesenta millones de seres humanos; gran porvenir para nuestra literatura, por poco que dichos seres escriban y lean. Pero lo repito; el gozo en un pozo. Pocos días ha, recibí un librito impreso en Chartres, que contiene un poema titulado Nastasio, obra del vate argentino D. Francisco Soto y Calvo. El poema es muy original.

Bellacos de esta especie, palafreneros sin costumbres, como éste, que vimos salir en el último siglo, dirigidos por el entonces Duque de Chartres, de las caballerizas inglesas para preludiar la revolución. ¡Oh, si no hubieran hecho más que preludiarla! dijo sentenciosamente el señor Laubepin se les perdonaría. Le pido un millón de excusas, mi querido señor, pero hable.

Atravesó como en un sueño Chartres, Nort, Burdeos, Bayona.... Empezó a respirar por fin el «aire internacional» de los Pirineos, y se dilató su pecho con un aliento profundo de esperanza. Llegando a España, recorrió con toda la rapidez posible la tierra que le llevaba a su valle norteño.

Aquí en Francia tienen á Clemente de Chartres y algunos otros artífices de mérito, dedicados á esta misma clase de trabajos. Pero ¿oís? Ya suena otra vez el clarín bélico para recordarnos que vivimos bajo la mano férrea del conquistador y no en las regiones donde impera el arte. Señal es esa también para nosotros, dijo Gualtero al oir el toque de los clarines.