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Un amanecer y otro vimos al despertar la exuberante vegetación de la isla Verde, y cuando nuestro deseo creía desconocer aquella tierra, venía la voz del capitán con su sempiterno ¡levanta muras! y ¡cambia en medio! á recordarnos continuábamos de vuelta y vuelta, ó mejor dicho, que nos manteníamos sobre bordos en demanda del centinela del estrecho.

Era el señor de Villemaurin uno de esos caballerosos sujetos que parecen haber sido respetados por la muerte para recordarnos los usos de las edades históricas en estos tiempos de degeneración que atravesamos. Según su fe de bautismo, no contaba nada más que setenta y nueve abriles; pero, por los hábitos y costumbres de su cuerpo y de su espíritu, pertenecía sin duda al siglo xvi.

Somos clérigos como los canónigos, llegamos a beneficiados por oposición, hemos estudiado como ellos las ciencias religiosas, y además somos músicos; pues a pesar de esto, cobramos casi la mitad del sueldo de un canónigo, y para recordarnos a todas horas nuestra ínfima condición, nos hacen sentar en la sillería baja. Los únicos que en el coro sabemos música ocupamos el último lugar.

Nada había variado: las arboledas, más copadas, conservaban la misma disposición, el mismo aspecto; el caserío de la hacienda próxima volvía ante mis ojos igual, idéntico, como una estampa admirada en la niñez, y que el mejor día, cuando menos lo esperamos, viene a recordarnos épocas dichosas.

Aquí en Francia tienen á Clemente de Chartres y algunos otros artífices de mérito, dedicados á esta misma clase de trabajos. Pero ¿oís? Ya suena otra vez el clarín bélico para recordarnos que vivimos bajo la mano férrea del conquistador y no en las regiones donde impera el arte. Señal es esa también para nosotros, dijo Gualtero al oir el toque de los clarines.

Había en muchas disparidades, mi condición de estudiante estaba en ridículo desacuerdo con mis disposiciones morales, evitaba como una nueva humillación todo hecho que pudiera recordarnos a los dos aquellos contrastes. Desde hacía algún tiempo mi susceptibilidad, en punto a ellos, se había hecho vivísima.

Posteriormente, esta sección dejó el título de Gacetilla que llevaba por el de Novelas a la mano, que le puso don Rosendo a imitación de las célebres Nouvelles a la main del Fígaro. Cerraba el periódico una charada en verso, que, si no recordarnos mal, era la palabra avellana.