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Actualizado: 4 de mayo de 2025


El ayudante vió a Gabino Maza sentado en una butaca cerca de la pared, y le gritó con alegría: ¡Gabino, no te había visto!... Vamos, hombre, ven acá. Estoy bien aquí respondió con sequedad el bilioso ex oficial de la Armada. ¿Quieres que baje por ti? Maza contestó en voz baja: No hace falta. Los que estaban a su lado hicieron lo que con los demás. Vaya, don Gabino, arriba. No sea usted perezoso.

Se había mantenido soltera, abominando del mundo después de ciertos desengaños de su juventud, de los que era responsable el padre de Jaime. Toda la acometividad de su carácter bilioso y el entusiasmo de su fe seca y altiva los había dedicado a la política y la religión. «Por Dios y por el Rey», le había oído decir Febrer al visitarla siendo muchacho.

Cuando recibía de regalo alguna golosina se apresuraba á compartirla con él. El bilioso can no acogía con gratitud tales pruebas de consideración. Comía lo que le daban, pero inmediatamente se alejaba con grosera frialdad de su bienhechora y si ésta quería pasarle la mano y acariciarle comenzaba á gruñir como si no la conociese. Esta conducta tenía sorprendida y disgustada á Flora.

Era un hombre de cara larga, bigote y perilla, flaco, serio, bilioso, con los ojos mortecinos y fatigados, muy exacto en el cumplimiento de sus deberes y aficionado a dar largos paseos. Esta clase de hombres silenciosos y disciplinados son los más sensibles a los encantos de la alegría y la vivacidad.

Estaban allí también el alcalde, hombre de mediana edad, afable y alegre, que solía decir frases chistosas y reía con ellas hasta toser y tosía hasta reventar. El recaudador, bilioso, taciturno, lleno de prudencia, excepto cuando bebía más de veinte vasos de sidra.

Todos los rasgos de su semblante afeitado y cetrino acusan resolución y osadía; el mentón es vigoroso, la nariz larga parece reír entre dos pómulos muy fuertes, el labio superior se escapa hacia adentro dando á la boca el «rictus» irónico de Voltaire; una larga melena gris cubre sus orejas y su cuello; bajo las cejas despeinadas por los años, los ojos, escépticos y agudos, parecen repetir lo que Schopenhauer escribía á un amigo suyo: «Estos jóvenes vienen á conocerme para poder vanagloriarse, cuando viejos, de haberme visto en carne y hueso y de haberme hablado...» Nada en él, sin embargo, descubre al humorista bilioso; el ademán es copioso y alegre y fácil la risa; sobre aquella cabeza, menos grave que la de Wagner, á quien también se parece, ni el fastidio ni el desengaño hicieron blanco nunca.

Al bilioso Galarza se le ocurrió, para realizarlo, darle un bastonazo en la cabeza. Gonzalo no hizo señal de sentirlo. Peña, indignado, alza su bastón y ¡zas! le arrima otro garrotazo a Galarza. El marqués de Soldevilla, ¡zas! le da otro a Peña.

El bilioso ex oficial le saludó muy finamente, le preguntó por toda su familia, y se fué enterando con amabilidad de la salud de cada uno de sus miembros.

La accion de la manzanilla ofrece cierta exaltacion viva, pero no profunda, mucha movilidad en los síntomas, y un desarreglo fácil de los aparatos bilioso y nervioso, y una apropiacion especial á las enfermedades de los niños.

Los salvajes le acogieron con exclamaciones de afecto y burla. ¡Bravo, bravo! Aquí está el reo en capilla. Mirad qué cara trae. ¡Como que está al borde de la tumba! El recién llegado sonrió vagamente y tendió una mirada escrutadora por el salón. Alvaro Luna, conde de Soto, era hombre de treinta y ocho a cuarenta años, delgado, de mediana estatura, ojos vivos y duros y rostro bilioso.

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