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Actualizado: 20 de junio de 2025
En el puerto el navio surto estaba, Con balsas y canoas
En el galeón de Cigala iba una compañía de sicilianos del Capitán Lope de Figueroa y otra de gastadores. En viéndole surto, hicieron lo mesmo que los calabreses, y aún más, porque mataron al Sargento y llevaron al Alférez ligado en tierra, y trataban de tirarle con las escopetas. El Capitán de la compañía había quedado en Malta.
NARV. Todo hombre esté atento y surto, Que apenas nos oiga el viento, Con tan poco movimiento, Como el lobo cuando al hurto Camina solo y atento; Que si en los montes o llanos De los ganados cercanos Hace en las piedras ruído Con las manos, de corrido Se muerde las mismas manos.
JULIO. Con sus maletas y cogines. FERNANDO. ¿Qué pusiste en la mía? JULIO. Un vestido negro y alguna ropa blanca en una manga verde que me prestó Ludovico." Lope, La Dorotea, pág. 42. picazo. En el Bol. de la Acad. Véase la nota 12. Véase nota la nota 26. surto, tranquilo, callado. Véase A. Castro, Revista de Fil. Esp., III, 182-183. 'Cinco. Parte XIII. Véase la nota 54.
Perdóneme la señora del almacen, perdónenme los dos caballeros parisienses; yo no lo creo; en honra de Francia, no lo debo creer. Desde los altos y espaciosos pórticos de aquel templo, veiamos á un mismo tiempo la calle Real, la hermosa plaza de la Concordia, las entenas y cables de un bergantin surto en el Sena, y uno de los palacios que adornan la otra orilla del rio.
Estaba surto en el puerto otro capitan que iba á Méjico, y él en tierra con 150 hombres: el cual, habiendo sabido el robo de la muger, procuraba la paz entre nosotros y los de la ciudad, con que se les entregasen D. Jorge de Mendoza, la hija y la criada; y habiendo entrado el capitan Peyne y el gobernador de la isla en nuestro navio para egecutar lo pactado, D. Jorge les dijo, que aquella era su muger, y ella que su marido; y al punto se desposaron con gran dolor y tristeza del padre de la muchacha.
Su primera visita había sido diez y siete años antes, cuando era piloto de un velero catalán, surto en el puerto de Nápoles, aprovechando la baratura de precios de un domingo. Todo lo había visto confundido en un grupo que se empujaba y pisaba por escuchar al guía de más cerca.
Venían a provocarme a un duelo a pistola en condiciones graves. Yo acepté desde luego; tenía la seguridad de que no me había de pasar nada. Nombré de padrinos a un condiscípulo de San Fernando y a un oficial inglés de Marina que comía en el hotel y que estaba en un navío surto en la bahía de Cádiz.
Palabra del Dia
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