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Oidor, D. Manuel José de Reyes. Por el Reverendo Padre Guardian de la Santa Recoleccion, Fray Pedro Santibañes, se dijo: Que en todo se conformaba con el parecer del Sr. D. Manuel José de Reyes. Por el Reverendo Padre Provincial de la Merced, Dr. Fray Manuel Torres, se dijo: Que se conformaba en todo con la votacion del Sr. Comandante D. Cornelio Saavedra.

Ambas hicieron la recolección tan impasibles y con tan fría dignidad, que pronto, como si hubiese corrido la voz de que aquellas criaturas no pedían guerra, los piropos terminaron, aunque no terminó el abrir calle cuando pasaban ellas. Siguieron asimismo los murmullos de entusiasmo y simpatía.

Las golondrinas surcaban el aire, y por las noches, cuando los vencejos cesaban de perseguirse lanzando agudos chillidos, salían los murciélagos, y aquel raro enjambre que parecía resucitado en las cálidas noches, comenzaba su incierto revoloteo en derredor de las viviendas. Desde que comenzaba la recolección del heno la vida del campo era de constante fiesta.

Realmente se interesaba por el curso de la recolección. La acometividad que sentía contra los trabajadores, su deseo de vencer a los de la huelga, le hacían ser laborioso y tenaz. Acabó por establecerse definitivamente en la torre de Marchamalo, jurando que no se movería de allí hasta que terminase la vendimia. Esto marcha decía al capataz guiñando los ojos con malicia.

Esta madera es una fuente de riqueza, y los terrenos que contienen árboles de esta clase se venden a razón de tres mil dólares la legua cuadrada española, o sea ocho millas y diez décimas cuadradas, y a veces a mayor precio. Se fabrican anualmente muchos millares de toneladas de extracto. La recolección del quebracho es en la actualidad una importante industria.

A principios del actual siglo existía en la Recolección de los descalzos un octogenario de austera virtud y que vestía el hábito de hermano lego. El pueblo, que amaba mucho al humilde monje, conocíalo sólo con el nombre de el Resucitado. Y he aquí la auténtica y sencilla tradición que sobre él ha llegado hasta nosotros.

Una vez terminada la recolección, huyen, llevando en la faja el producto de su trabajo y dispuestos á volver al año siguiente. La hora de la cena era el mejor momento de la jornada para los segadores de «La Nacional». Se reunían en grupos, atraídos por el vínculo del origen común ó por el encanto personal de la simpatía. Cenaban al aire libre, sentados en el suelo alrededor de la marmita humeante.

En ocasiones extraordinarias, hay otras faenas y diversiones que dan a todo más animación, como en tiempo de la siega, de la vendimia y de la recolección de la aceituna; o bien cuando hay feria y toros aquí o en otro pueblo cercano, o bien cuando hay romería al santuario de alguna milagrosa imagen de María Santísima, a donde, si acuden no pocos por curiosidad y para divertirse y feriar a sus amigas cupidos y escapularios, más son los que acuden por devoción y en cumplimiento de voto o promesa.

«Todo se puede echar a perder ahora», había pensado don Álvaro. «La devoción sería un rival más temible que Cármenes; el Magistral un cancerbero más respetable que don Víctor Quintanar, mi buen amigo». No había más remedio que jugar el todo por el todo. Había llegado la época de la recolección: ¿serían calabazas?

Sumamente montaraces huyen de todo trato social, y cuando alguna vez los misioneros han conseguido que habitaran en las misiones ó pueblos de conquistas, poco han tardado en abandonar el poblado, volviendo á su vida errante en lo más intrincado de los montes, donde siembran sus cosechas, é inmediatamente de hecha la recolección levantan campo, y hasta que las necesidades de cultivar lo exigen no vuelven á pernoctar en sitio determinado, dedicándose á su pasión favorita que es la caza.